Afganistán: La lucha por el petróleo

Si juntamos las piezas del puzzle, podremos empezar a vislumbrar una imagen más clara de lo que realmente está ocurriendo. Por ejemplo, vemos que durante años se han estado construyendo las bases para la actual acción bélica norteamericana en Afganistán. Lo que está claro es que los ataques terroristas del 11 de septiembre han proporcionado una nueva oportunidad de carácter cualitativo para que EEUU, actuando en nombre de las compañías petrolíferas, atrinchere sus tropas en las repúblicas centroasiáticas de la ex-Unión Soviética, así como en la región transcaucásica, donde se encuentran las segundas reservas petrolíferas en importancia del planeta. El camino ha quedado abierto para que comiencen a acelerarse los proyectos de construcción de oleoductos y gaseoductos a través de Afganistán y Pakistán hacia Karachi: es la ruta mejor y más barata para transportar el combustible hacia el mercado. Afganistán cuenta también con considerables recursos de gas y petróleo, al igual que Pakistán.
Hay quien dice que Washington se ve motivado por la necesidad de garantizar que el petróleo siga llegando a los consumidores norteamericanos, lo cual explicaría su interés en Asia Central, el Próximo Oriente, y otras regiones del globo. En realidad, EEUU depende en gran medida de sus fuentes de energía doméstica y de Venezuela, principal fuente de importaciones petrolíferas de EEUU. El 15% del petróleo importado procede de África
[4]. De lo que trata todo esto es de cómo los beneficios de las grandes corporaciones pueden verse aumentados enormemente vendiendo energía a quienes carecen de ella (el Sur y el Sureste asiático) y de vencer a China y a Rusia en la carrera por hacerse con el control de las reservas de gas y petróleo de Asia Central y la cuenca del Mar Caspio. Las recientemente descubiertas reservas de petróleo de Kazajistán podrían ser fácilmente canalizadas a través de Rusia. Dejar a un lado las vías rusas y de paso obstaculizar las operaciones petrolíferas rusas (que dependen en gran medida de sus clientes europeos), proporcionaría aún más beneficios a las corporaciones occidentales. Ganarían un acceso mayor al mercado europeo. Construir un oleoducto en Afganistán significaría también abrir una ruta aún más directa hacia el Golfo Pérsico a través de Irán, al tiempo que se frustraría la creciente cooperación entre Rusia e Irán. Es el “Gran Juego” del petróleo.

Desde los horrorosos atentados terroristas del pasado 11 de septiembre que causaron la muerte a más de 5.000 inocentes, que han hecho sufrir a decenas de miles de familiares y amigos de las víctimas y que han causado una consternación sin precedentes a los norteamericanos y gentes de todo el globo, nuestro mundo ha cambiado de forma dramática. Desde todos los rincones del mundo han llegado condolencias sinceras. Todos estamos de acuerdo con que esta muestra de terrorismo es una lacra para la humanidad, y debe terminar.

La posibilidad de juzgar a los responsables de este crimen odioso estaba al alcance de la mano, siempre que todo se hiciera a través de Naciones Unidas (NNUU), de un Tribunal Internacional, y del derecho internacional. El terrorismo (es decir, los ataques contra civiles inocentes), es una abominación que nunca ha ayudado en las luchas, por otra parte justas, de los pueblos oprimidos que sufren. Al contrario: el terrorismo siempre ha servido para hacer retroceder estas luchas, y en último caso ha beneficiado tan solo a una pequeña elite que es la que siempre saca provecho de los actos terroristas. Razón por la cual, en el transcurso de la historia, el terrorismo ha sido utilizado con frecuencia como una provocación.

El sentir mayoritario de todo el mundo tras los atentados era acabar con el terrorismo, pero no iniciar una guerra contra Afganistán ni contra ningún otro país. Tal y como pidieron entonces muchos neoyorquinos: “No interpreten nuestras lágrimas como una llamada a la guerra”. A pesar de ello, el presidente Bush inició los bombardeos continuados sobre Afganistán con el permiso del Congreso, pero sin contar con el respaldo del Consejo de Seguridad de NNUU, para “atrapar” a Osama Ben Laden quien, según se afirma, está siendo protegido por el gobierno talibán. Se nos dice que esta “guerra contra el terrorismo” podría “durar” para siempre, y afectar a lugares fuera de Afganistán sobre los que ni nosotros ni nuestros representantes en el Congreso estamos siendo informados. El principio de soberanía de las naciones fue barrido de un solo plumazo con la frase “o están con nosotros, o están contra nosotros”, dejando abierta la posibilidad de que cualquier país que creamos está “contra nosotros” podría ser bombardeado por el ejército de EEUU. A la porra con la Carta de NNUU y la legalidad internacional. La extensión de los casos de ántrax por el sistema postal de EEUU ha contribuido aún más a sembrar el terror entre la gente. De modo que Bush tiene carta blanca para seguir adelante con esta guerra como quiera, no sólo con el permiso del Congreso, sino de parte del atemorizado público norteamericano. La ley anti-terrorista ha pasado a la velocidad de la luz por el Congreso y el Senado y ha sido firmada por el Presidente. Una ley que está dando lugar a una nueva caza de brujas al estilo McCarthy. “La defensa de la nación” tendrá como resultado probable el despliegue de fuerzas del ejército en activo en ciudades de todo EEUU.

En esa situación, resulta cada vez más difícil hacerse preguntas esenciales acerca de la decisión de hacer llover bombas y misiles sobre un país que sigue viviendo en una era medieval, un país en ruinas y empobrecido a causa de una guerra que dura ya décadas, sobre un terreno sembrado de minas (probablemente, el más minado del mundo). Añádase a todos estos horrores la utilización por parte de EEUU de bombas racimo diseñadas para dañar a civiles. Muchos de los miles de sub-municiones que componen estas siniestras armas no han explotado: exactamente igual que las minas terrestres. Los más vulnerables en esta situación son los niños. El ataque norteamericano está causando inevitablemente numerosas víctimas entre la población civil: hombres, mujeres y niños, jóvenes o ancianos.

Por si este ejercicio de barbarismo no fuera poco, el New York Times informaba hace poco de que entre 7 y 8 millones de afganos se enfrentan a la inanición, carecen de un techo bajo el que vivir, y pueden morir de frío en el contexto de la situación creada por los bombardeos, que también impiden que NNUU y las organizaciones de ayuda internacional distribuyen de manera inmediata la comida que de manera tan desesperada se necesita. La catástrofe que se cierne sobre esta gente es la realidad más inmediata y apremiante de los incesantes ataques norteamericanos [1].

Estos civiles no son talibanes, ni tampoco forman parte de las fuerzas de Osama Ben Laden. El horror de que tantísima gente inocente vaya a morir en Afganistán agrava el horror vivido por la muerte de 5.000 personas inocentes en EEUU. Decenas de millones de personas en países islámicos creen, cada vez más, que todo esto es una venganza que tiene como objetivo a todo el mundo islámico. Si la “guerra contra el terrorismo” sigue su curso, únicamente conducirá a una escalada de la violencia. La guerra ya ha envalentonado a Israel, que con la intensificación de sus ataques ha hecho que aumente la siempre creciente lista de víctimas palestinas. Se está incubando una tercera guerra mundial en un contexto en el que las armas nucleares podrían ser utilizadas En una entrevista concedida a la cadena de televisión CNN, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld aseguró, al ser preguntado acerca de la utilización de armas nucleares, que no descartaba nada [2].

En diferentes ocasiones, los talibanes han ofrecido entregar a Osama Ben Laden para que sea juzgado en un país neutral, siempre que se presentasen pruebas contra él. La Administración Bush rechazó de plano esta oferta, sin hacer ningún esfuerzo por explorar las posibilidades existentes o sentarse a negociar. ¿No hubiese sido preferible acaso intentarlo por esa vía, en lugar de iniciar los bombardeos que están causando un número desconocido de víctimas civiles, en los que soldados norteamericanos están arriesgando sus vidas, que están alienando a gran parte de la población mundial, y que llevan consigo el peligro de una guerra mundial?

La Carta de NNUU exige que se agoten todos los medios pacíficos para la resolución de conflictos antes de recurrir a la guerra.

Terrorismo y petróleo

Si juntamos las piezas del puzzle, podremos empezar a vislumbrar una imagen más clara de lo que realmente está ocurriendo. Por ejemplo, vemos que durante años se han estado construyendo las bases para la actual acción bélica norteamericana en Afganistán. Lo que está claro es que los ataques terroristas del 11 de septiembre han proporcionado una nueva oportunidad de carácter cualitativo para que EEUU, actuando en nombre de las compañías petrolíferas, atrinchere sus tropas en las repúblicas centroasiáticas de la ex-Unión Soviética, así como en la región transcaucásica, donde se encuentran las segundas reservas petrolíferas en importancia del planeta. El camino ha quedado abierto para que comiencen a acelerarse los proyectos de construcción de oleoductos y gaseoductos a través de Afganistán y Pakistán hacia Karachi: es la ruta mejor y más barata para transportar el combustible hacia el mercado. Afganistán cuenta también con considerables recursos de gas y petróleo, al igual que Pakistán.

Hay quien dice que Washington se ve motivado por la necesidad de garantizar que el petróleo siga llegando a los consumidores norteamericanos, lo cual explicaría su interés en Asia Central, el Próximo Oriente, y otras regiones del globo. En realidad, EEUU depende en gran medida de sus fuentes de energía doméstica y de Venezuela, principal fuente de importaciones petrolíferas de EEUU. El 15% del petróleo importado procede de África [4]. De lo que trata todo esto es de cómo los beneficios de las grandes corporaciones pueden verse aumentados enormemente vendiendo energía a quienes carecen de ella (el Sur y el Sureste asiático) y de vencer a China y a Rusia en la carrera por hacerse con el control de las reservas de gas y petróleo de Asia Central y la cuenca del Mar Caspio. Las recientemente descubiertas reservas de petróleo de Kazajistán podrían ser fácilmente canalizadas a través de Rusia. Dejar a un lado las vías rusas y de paso obstaculizar las operaciones petrolíferas rusas (que dependen en gran medida de sus clientes europeos), proporcionaría aún más beneficios a las corporaciones occidentales. Ganarían un acceso mayor al mercado europeo. Construir un oleoducto en Afganistán significaría también abrir una ruta aún más directa hacia el Golfo Pérsico a través de Irán, al tiempo que se frustraría la creciente cooperación entre Rusia e Irán. Es el “Gran Juego” del petróleo.

Todo lo cual recuerda al Gran Juego que enfrentó a los imperios ruso y británico en la región durante el siglo XIX. La versión moderna en forma de “nuevo Gran Juego” es en realidad lo que se esconde detrás de esta guerra. En un artículo publicado en el San Francisco Chronicle bajo el título de “Energy Future Rides on US War. Conflict Centered in World´s Oil Patch” escrito por Frank Viviano, se recoge esta misma idea.

Viviano asegura que “más allá de las estrategias y temas de actualidad (…) lo que realmente está en juego en la guerra contra el terrorismo puede resumirse en una sola palabra: petróleo”. Asegura también que “el mapa de los santuarios terroristas y objetivos trazado para el Próximo Oriente y Asia es también, hasta extremos inconcebibles, el mapa de las principales fuentes de energía del planeta para el siglo XXI. La defensa de estos recursos energéticos, más que una simple confrontación entre el Islam y Occidente, será la principal causa de conflicto global durante las décadas siguientes (…)” “Es inevitable que la guerra contra el terrorismo sea vista por muchos como una guerra librada a favor de las norteamericanas Chevron, Exxon, y Arco; de la francesa TotalFinalElf; de la British Petroleum, o de la Royal Dutch Shell y otras gigantes multinacionales que tienen miles de millones de dólares para invertir en la región. Ni se puede obviar esta conexión, ni se puede ignorar la creciente ira que tales vínculos originarán en naciones en vías de desarrollo que ya están convencidas de que son víctimas de una colaboración conspiratoria entre el capital global y el poderío militar norteamericano” [5].

Globalización y poderío militar

Nada de esto debería sorprendernos. En la actualidad es un hecho de sobra admitido que la política exterior norteamericana tiene como objetivo promover y servir de soporte a las inversiones corporativas y la globalización a través de su poderío militar y de intervenciones encubiertas (y no tan encubiertas) por todo el globo. Un folleto titulado “U.S. Space Command in its vision 2020” describe su objetivo como “la dominación de la dimensión espacial de las operaciones militares con el fin de proteger los intereses e inversiones de EEUU”. En su informe, se asegura que “la globalización de la economía global seguirá adelante, incrementándose las distancias entre los que tienen y los que no.” En consecuencia, EEUU será “retado a escala regional” y necesita por tanto “dominar” los futuros escenarios bélicos. Thomas Friedman lo expresó con rotundidad en The New York Times: “La mano oculta del mercado nunca funcionará sin un puño oculto detrás. McDonald´s no puede prosperar sin McDonell Douglas, el fabricante del F-15. Y el puño oculto que mantiene al mundo seguro para que disfrute de la tecnología de Silicon Valley se llama el Ejército de los Estados Unidos, sus Fuerzas Aéreas y Navales, y el Cuerpo de Marines” [6]. Estas directrices de política exterior y militar están siendo ejecutadas desde lo más alto por los responsables máximos de la administración [norteamericana], desde el Presidente hasta el vicepresidente pasando por los oficiales de la CIA, que tienen vínculos directos con bancos y corporaciones que están ahí para beneficiarse de estas políticas. Todo esto es cierto especialmente en lo referido al petróleo, a la energía, a la banca, y a los sectores militares y aeroespaciales.

La propia naturaleza del sistema conduce inevitablemente a las corporaciones a expandirse, o morir. No importan los costes, ni tampoco el sufrimiento que pueda acarrear para los seres humanos o la devastación del medio ambiente. Las características del imperialismo de hoy, las causas de las guerras, el terrorismo, y la violencia, son precisamente esas.

¿Por qué los talibanes?

Los medios de comunicación han ido prestando cada vez más atención a los talibanes y menos a Osama Ben laden y su grupo de al-Qaeda. Se nos bombardea con una lluvia de historias acerca de las dimensiones de los bombardeos y lo maravillosas que son las armas que tienen como objetivo expulsar a los talibanes del gobierno. Al mismo tiempo, oímos cómo EEUU trabaja ya con la Alianza del Norte en contra de los talibanes y existen planes para el establecimiento de un gobierno de posguerra. No está claro de qué manera todo esto va a ayudar a “atrapar” a Ben Laden. ¿Cuáles son esos aspectos tan fundamentales que hacen de la Alianza del Norte algo tan diferente de los talibanes? Todos (la Alinaza y los talibanes) fueron muyahidín, entrenados, armados y financiados por los servicios de inteligencia pakistaníes, la CIA y Arabia Saudí para luchar contra los soviéticos. Los muyahidín se han enfrentado unos contra otros desde entonces. Es más: Washinton y la compañía petrolífera norteamericana UNOCAL (Unocal Oil Corporation) han venido manteniendo relaciones con los talibanes hasta hace muy poco, después incluso de que éstos se hicieran con el poder en 1996. ¿Por qué entonces ir a por los talibanes?

UNOCAL y Afganistán

John J. Maresca, vice-presidente de UNOCAL, aclaró todo lo que estaba en juego en Afganistán en una declaraciones realizadas ante un comité en la Cámara de Representantes de EEUU el 12 de febrero de 1998:

“La región del Caspio contiene enormes reservas de hidrocarburos sin explotar, una gran parte situadas en la cuenca del propio Mar Caspio. Las reservas totales de petróleo de la región podrían llegar a alcanzar una cifra superior a los 60 mil millones de barriles de petróleo, aunque algunas estimaciones hablan de 200.000 millones.”

“Una opción sería construir un oleoducto hacia el sur, desde Asia Central hasta el Océano Índico(…) La única opción alternativa posible es cruzar Afganistán, lo cual también conlleva sus riesgos. El territorios a través del cual se construiría dicho oleoducto está controlado por los talibanes, un movimiento islámico que no goza del reconocimiento de prácticamente ninguna otra nación”.

“La construcción de nuestro proyectado oleoducto no podría empezar hasta que se constituya un nuevo gobierno. A pesar de todo, una ruta que atraviese Afganistán parece ser la mejor opción con los menores obstáculos técnicos posibles (…) Dicha ruta acercaría Asia Central a los mercados asiáticos y por lo tanto sería la ruta más barata en términos del transporte del petróleo” [7]

Una de las razones principales por las que Washington apoyó a los talibanes entre 1994 y 1997 fue, sin embargo, la creencia de que los talibanes conquistarían rápidamente todo el país y facilitarían la construcción por parte de UNOCAL de un oleoducto que atravesara Afganistán. Pakistán, EEUU, y Arabia Saudí “son responsables de la existencia y el mantenimiento de los talibanes” [8]

Según cuenta el San Francisco Chronicle, el experto en Asia Central Ahmed Rashid en su libro sobre los talibanes afirma que “impresionados por la buena disposición y la falta de escrúpulos de los entonces emergentes talibanes para cerrar un trato con la cuestión del oleoducto, el Departamento de Estado [de EEUU] y los Servicios de Inteligencia de Pakistán acordaron proporcionar armas y dinero a los talibanes en la guerra que libraban contra la Alianza del Norte, compuesta por tayikos. Ya en 1999, los ciudadanos norteamericanos financiaban con sus impuestos el salario completo de todos y cada uno de los oficiales del gobierno afgano(…)” [9]

Unocal se había asegurado un trato con los talibanes para construir el oleoducto, según escribe Hugh Pope en The Wall Street Journal [10]. Recientemente, el periódico talibán, el Kabul Times, citaba a Rafiq Tadgar, representante de una compañía norteamericana [la Central Asia Oil and Gas Industry], quien aseguró que “La Central Asia Oil and Gas Company está lista para invertir en Afganistán en la extracción de gas y petróleo y mientras tanto está dispuesta a construir una refinería de gas y petróleo en el país” [11]

El 25 de mayo de 2001, el Washington Post aseguraba que “la semana pasada, [el gobierno de EEUU] se comprometió a conceder otros $43 millones de dólares de ayuda a Afganistán [es decir, a los talibanes], elevando a $124 los millones de ayuda anual [destinados a Afganistán] y convirtiendo a EEUU en el mayor donante de ayuda humanitaria al país” [12] Todo esto ocurría cuatro meses antes de los ataques del 11 de septiembre.

En otro artículo publicado por el británico Daily Mirror, John Pilger señala que “cuando los talibanes tomaron Kabul en 1996, Washington no dijo nada. ¿Por qué? Porque los líderes talibanes estaban enseguida camino de Houston, Texas, para ser recibidos por los ejecutivos de la compañía petrolífera UNOCAL”.

“Con la autorización secreta del gobierno de EEUU, la compañía les ofreció [a los talibanes] una proporción generosa de los beneficios del petróleo y el gas que serían transportados a través de un oleoducto que los norteamericanos querían construir desde Asia Central y que atravesaría Afganistán”, aseguró un diplomático norteamericano. “Los talibanes probablemente evolucionarán lo mismo que lo hicieron los saudíes.” A continuación, la misma fuente explicó que Afganistán se convertiría en una colonia petrolífera de EEUU en la que habría jugosos beneficios para Occidente, nada de democracia, y donde se perseguiría legalmente a la mujer. “Podemos vivir con eso”, declaró a continuación.

No sorprende entonces que el Secretario de Estado norteamericano Colin Powell esté empezando a hablar de talibanes “moderados” que podrían formar parte de una “amplia federación” auspiciada por EEUU para gobernar Afganistán. La “guerra contra el terrorismo” es una excusa más, porque proporciona una cobertura para la consecución de los fines estratégicos norteamericanos. [13]

Incluso si la Alianza del Norte es capaz de hacerse con el poder, “el gobierno pastún de Pakistán nunca soportaría ver a sus hermanos pastunes talibanes reemplazados por los tayikos de la Alianza del Norte”, en opinión de Ted Rall (San Francisco Chronicle).

Teniendo en cuenta todo esto, no deja de ser desconcertante que la Administración Bush esté yendo a por los talibanes más que la Alianza con el fin de conseguir la necesaria “estabilidad” para la región, especialmente porque los talibanes controlan una región más amplia dentro del país.

Una de las razones por las que probablemente esto ocurra es que NNUU sigue sin reconocer al gobierno talibán. Los talibanes son aún más vulnerables en la actualidad porque están dando “cobijo” a Osama Ben Laden, y por lo tanto es mucho más fácil conseguir apoyos dentro de la comunidad internacional para atacarles. Una razón más convincente aún sería que las fuerzas de la Alianza del Norte controlan ahora la parte norte del país próxima a Turkmenistán, Tayikistán y Uzbekistán, cuyos gobiernos apoyan a la Alianza, al igual que Rusia y la India. La Alianza del Norte está formada principalmente por uzbecos y tayikos, mientras que los talibanes son en su mayoría miembros de tribus pastunes así como gentes procedentes de países árabes que llegaron para ser entrenados y para combatir en Afganistán.

Establecimiento de bases militares en la ex­URSS

El posicionamiento de EEUU al lado de la Alianza del Norte ha ayudado a los norteamericanos a conseguir apoyos para poder establecer sus tropas en Uzbekistán y Tayikistán, así como para recibir el respaldo de otros países centroasiáticos. Tayikistán y EEUU han alcanzado ya un principio de acuerdo según el cual los norteamericanos podrían atacar a los talibanes por aire desde las antiguas bases soviéticas tayikas. Tayikistán recibirá a cambio decenas de millones de dólares. “Los norteamericanos también inspeccionarán las bases de Kirguistán y Kazajistán” [15]. Todas estas antigua repúblicas de la ex­Unión Soviética, así como Rusia y la India, han sufrido ataques terroristas de los talibanes y las fuerzas de Osama Ben Laden.

Todos estos países parecen recibir con los brazos abiertos cualquier iniciativa que ponga fin a estos ataques. Para EEUU, lo mejor de todo es la oportunidad de oro que se le presenta para establecer una presencia militar permanente en Asia Central, una tierra rica en petróleo situada junto a otra de las regiones con grandes recursos energéticos en la región: Siberia. El siguiente objetivo estaría entonces más cerca: la balcanización de Rusia y de las naciones centroasiáticas y su conversión en entidades políticas fácilmente controlables, carentes de soberanía. Todo ello pondría el broche final a un programa que tiene como núcleo central los gaseoductos y oleoductos que cruzarán Afganistán y las posibilidades de acceder a y dominar los mercados del sur y el sureste asiático.

Existe una consideración más que hacer. Afganistán es, con mucho, el mayor productor mundial de opio. La mayor parte de la producción procede del territorio que controla la Alianza del Norte. Las zonas fronterizas con Pakistán se han convertido en las mayores productoras de heroína, y en la actualidad cubren el 60% de la demanda norteamericana [16]. El tráfico de drogas originario de esta región floreció durante la guerra contra los soviéticos y ha ido creciendo desde entonces vinculado a una red internacional del crimen amplia y muy lucrativa. La vinculación entre las operaciones de los cárteles de la droga y el crimen organizados y las luchas por controlar las riquezas petrolíferas es muy fuerte. Esta interconexión fue también un factor importante en Bosnia, Kosovo y Macedonia, donde las fuerzas norteamericanos y de la OTAN se aliaron directamente con el Ejército bosnio musulmán y el ELK quienes, tal y como quedó patente en numerosos artículos publicados en la prensa europea del momento, estaban implicados en actividades criminales y tráfico de drogas.

El apoyo a la Alianza del Norte comienza a flaquear

En un artículo publicado en el Times de Nueva Delhi, Iddarth Varadarajan afirma que la posible inclusión de “moderados” talibanes en el futuro gobierno post-talibán se ha convertido en un tema polémico que ya está dividiendo a los poderes extranjeros. “La cuestión, según oficiales del gobierno de la India, es que la Administración Bush teme que un gobierno de la Alianza del Norte esté más próximo a Moscú, Nueva Delhi, y Teherán que a Washington y su satélite Islamabad”.

“El hecho de que la Alianza del Norte esté compuesta al menos por tres fuerzas principales (el Jamiat-i Islami de Burhanuddin Rabbani y el difunto Ahmed Shah Massoud, la milicia uzbeka del general Rashid Dostum y las milicias apoyadas por Irán de Ismail Khan y el Hezb-i Wahdat) complica aún más el panorama. EEUU se siente más próximo a Dostum, con quien ha venido cultivando lazos de unión a través del principal apoyo del General: Turquía. Asesores militares norteamericanos ya se encuentran trabajando codo con codo con el general (…)”

“Por el contrario, EEUU no es demasiado entusiasta respecto a las fuerzas de Rabbani, comandadas ahora por el General Mamad Fahim, que se encuentran en estos momentos camino de Kabul. Rusia y la India apoyan a Fahim, pero la mayor parte de los ataques aéreos de EEUU han sido diseñados para ayudar a Dostum. El grupo de Fahim ha perdido puntos en Washington tras afirmar que se opondrá a cualquier intento norteamericano de “dictar” la composición del futuro gobierno post-talibán” [17]

El resultado de los bombardeos aéreos norteamericanos podría suponer la caída de una de estas facciones con el fin de imponer condiciones “estables” que permitan la construcción de los oleoductos. Pero quizás no sean los talibanes los derrotados. De ahí el discurso sobre la inclusión de talibanes “moderados” dentro del nuevo gobierno.

La situación es complicada. El gobierno de Pakistán mantiene amplias conexiones con los talibanes, a quienes han entrenado, armado, y financiado con la ayuda de EEUU. Los pakistaníes que apoyan a los talibanes y algunos partidos políticos podrían suponer una amenaza para el General Musharraf por haberse unido a EEUU. Añádase a esto las muestras de oposición popular contra los bombardeos norteamericanos sobre Afganistán.

Según un artículo publicado en el San Francisco Chronicle titulado “¿Aliados, o jugando a dos bandas?”, hay muchas preguntas que hacerse sobre el papel de los Servicios de Inteligencia pakistaníes. Según se señala en este artículo, “hay quienes acusan a la Agencia de jugar a dos bandas, por un lado diciendo que ayudan [a EEUU], y por otro lado permitiendo la entrada de armamento en Afganistán después del 11 de septiembre (…)” [18].

Con todo este tejemaneje, no es sorprendente que el gobierno de Pakistán, temiendo por su propia supervivencia, continúe manteniendo vínculos con los líderes talibanes desde que comenzaron los bombardeos, todo ello a pesar de que EEUU ha levantado las sanciones sobre Pakistán y de que el país esté recibiendo ayudas por valor de varios millones de dólares; ayudas que han abierto el camino para que Pakistán apoye de forma ostensible los bombardeos sobre el vecino Afganistán. Tácticas propias de pequeñas taifas y el “divide y vencerás” propio de las repúblicas bananeras han sido empleadas durante mucho tiempo para desmembrar naciones y abrir el camino a oleoductos y conquistas similares de las corporaciones multinacionales. Históricamente, y de manera muy especial siempre que hay petróleo de por medio, el resultado ha sido la balcanización, resultante en la creación de pequeños emiratos o repúblicas bananeras, todos ellos con poblaciones pequeñas cuyas exigencias relativas a los ingresos procedentes de la explotación de los recursos energéticos serán mínimas y en los que una pequeña elite gobernante, o una monarquía, le harán el juego a las corporaciones a cambio de sustanciosos beneficios. El ejemplo clásico es Arabia Saudí. La misma estrategia se está empleando hoy en día.

En muchos sentidos, no se puede decir que EEUU haya estado ocultando sus planes para desplazar a Rusia de la región del Cáucaso, de la cuenca del Caspio, y de Asia Central. Estas regiones han sido el objetivo de la política exterior norteamericana durante años. Si tiene éxito, los lazos de Rusia con Europa se verán también afectados. Los clientes europeos del gas y el petróleo rusos se verán obligados a acudir a otras fuentes de energía, fundamentalmente hacia los gigantes occidentales del petróleo. La construcción proyectada por compañías norteamericana de un oleoducto trans-balcánico que atravesará Bulgaria desde el Mar Negro, cruzando Macedonia y Albania hasta llegar a la costa del Adriático, contribuirá sin duda a lo anterior. Uno de los brazos del oleoducto llega hasta Europa Central por el norte, pero las corporaciones norteamericanas ya se han posicionado para controlar el petróleo que por ahí circule [19].

Otro de los objetivos principales es, claramente, impedir el acceso de China a las reservas de gas y petróleo de Asia Central. China necesita cada vez con mayor urgencia estas fuentes de energía. Es un país que cuenta con escasas reservas dentro de sus propias fronteras: las principales se encuentran en el Tíbet. China comparte la explotación de su propio petróleo con compañías norteamericanas. Como ocurre siempre, los gigantes del petróleo preferirían hacerse con el control de toda la tarta más que conformarse con un trozo. Se han descubierto también amplias reservas de gas y petróleo en el sur del Mar de China. Se puede vislumbrar ya una lucha entre los estados vecinos sobre la jurisdicción de las reservas marinas: China reclama ya una amplia zona que incluye las Islas Spratly y Paracel.

En una muestra evidente de partidismo en este conflicto, Kellog Brown & Root (una filial de la Compañía Halliburton en la que el actual vicepresidente Dick Cheney ocupó un cargo ejecutivo hasta entrar en la vicepresidencia), construyó la mayor plataforma petrolífera marítima de todo el mundo(…) para Shell Filipinas. El gobierno filipino se encuentra inmerso en las disputas sobre la región [20].

Todos estos factores cuentan en la frenética lucha que mantiene las compañías por explotar el petróleo y otros recursos energéticos, particularmente en un área tan rica como el que va del Próximo Oriente al sureste asiático. La guerra de Afganistán es clave para extraer jugosos beneficios del llamado “oro negro”.

La CIA y los talibanes

La organización de Osama Ben Laden fue incubada por la CIA durante los ochenta, cuando los servicios norteamericanos prepararon la operación encubierta de mayor alcance conocida hasta entonces contra un gobierno progresista de orientación socialista y más tarde contra las tropas soviéticas que habían acudido a defender a ese gobierno. Los muyahidín entrenados por la CIA asesinaron a maestros, médicos y enfermeros, torturaron a mujeres por no llevar el velo, y derribaron aviones de transporte civil con misiles norteamericanos. Aún así, muchos de estos muyahidín no sabían que estaban siendo financiados por la CIA.

La historia que se transmitió a la opinión pública fue que los soviéticos invadieron Afganistán el 24 de diciembre de 1979 y como respuesta a la invasión, EEUU y otros países islámicos respondieron. En realidad, el Presidente Jimmy Carter había aprobado en secreto los intentos de la CIA por derrocar al gobierno afgano en julio de 1979, sabedor de que las acciones norteamericanas provocarían una intervención soviética.

Zbigniew Brzezinski, Consejero de Seguridad Nacional durante la Administración Carter, confirmó lo anterior en una entrevista con Le Nouvel Observateur. Reproducimos a continuación un extracto de la entrevista:

Pregunta: El ex ­ director de la Cia, Robert Gates, asegura en su libro de memorias (From the Shadows), que los servicios de inteligencia norteamericanos comenzaron a ayudar a los muyahidín en Afganistán seis meses antes de la invasión soviética. En aquel omento, usted era el Consejero de Seguridad Nacional del Presidente Carter, y por lo tanto jugaría algún papel en todo esto, ¿no es así?

Brzezinski: Sí. De acuerdo con la versión oficial de la historia, la ayuda de la CIA a los muyahidín comenzó en 1980, después de que el ejército soviético hubiese invadido Afganistán el 24 de diciembre de 1979. Pero la realidad (mantenida en secreto hasta ahora) es completamente diferente: el 3 de julio de 1979, el Presidente Carter firmó la primera orden de ayuda secreta que habíamos de brindar a la oposición al régimen pro-soviético de Kabul. Ese mismo día, yo escribí una nota al Presidente en la que le expliqué que, en mi opinión, esta ayuda únicamente induciría a los soviéticos a intervenir militarmente(…) Nosotros no forzamos a los soviéticos a que intervinieran, pero aumentamos a sabiendas las probabilidades de que lo hicieran.

Pregunta: ¿Se arrepiente usted de algo en la actualidad?

Brzezisnki: ¿Arrepentirme de qué? Esa operación secreta fue una idea extraordinaria. Esa operación consiguió que los rusos se metieran de lleno en la trampa afgana, ¿y usted quiere que me arrepienta?” [21]

Una extraordinaria descripción de las operaciones de la CIA en Afganistán es la proporcionada por un libro titulado “Victory: The Reagan Administration´s Secret Strategy that Hastened the Collapse of the Soviet Union” [22] El libro recoge numerosas declaraciones de William Casey, Director de la CIA durante la era Reagan. El libro describe brillantemente cómo el propio Casey convenció al gobierno saudí de que financiase a los muyahidín al mismo nivel al que lo estaba haciendo la CIA, y cómo todos los fondos, armas y entrenamiento se canalizaban a través de los Servicios de Inteligencia pakistaníes. Los muyahidín eran cariñosamente tratados como “los muy”.

“La estrategia [para derribar a la Unión Soviética durante la era Reagan] consistía en atacar el corazón mismo del sistema soviético e incluía [entre otras operaciones clave] la provisión de una sustanciosa ayuda militar y financiera a la resistencia afgana, así como el apoyo a los muyahidín para que llevasen la guerra a territorio soviético propiamente dicho. Además existía una campaña que tenía el objetivo de reducir sustancialmente los ingresos soviéticos mediante una bajada de los precios del petróleo que contaría con el apoyo de Arabia Saudí y limitaría las exportaciones de gas natural hacia Occidente (…)” [23]

Los fondos saudíes:

“[Casey] informó [al príncipe saudí Turki al-Faisal] de los planes de Washington para apoyar a Pakistán frente a la amenaza soviética. También le comunicó al príncipe que solicitaría un aumento de la ayuda destinada a los muyahidín (…) Turki se manifestó completamente a favor del plan y se comprometió a financiarlo al mismo nivel que los norteamericanos (…) Los saudíes potenciarían sus emisiones radiofónicas de carácter religioso y anticomunista en Afganistán y Asia Central” [24]

“En Pakistán, Casey sería recibido por el General Akhtar Abdul Arman Khan, jefe de los Servicios de Inteligencia (…) Durante 48 horas, Casey estudió todos los detalles sobre el plan para transferir armamento a la resistencia afgana (…) Comenzó entonces a analizar las posibles vías para que la guerra fuese lo más costosa posible para Moscú. Akhtar sugirió el empleo de misiles tierra-aire, y Casey accedió a todas sus peticiones” [25]

Casey regresó a Arabia Saudí:

“Uno de los proyectos más queridos por Fahd era apoyar los movimientos islámicos en el Asia Central soviética. Todo lo cual se llevó a cabo mediante al conexión wahhabí; todo ello, confidencialmente” [26]

En Pakistán, “la transferencia de armas se iba haciendo con calma. Las armas se compraban en el mercado internacional con dinero Saudí, y era la CIA la que las transportaba de Dhahran a Islamabad. La CIA transportaba también las municiones y las armas ligeras. Decenas de miles de toneladas de armamento y munición se transportaban cada año. En 1985, eran ya 65.000 las toneladas que se habían transportado” [27]

El entrenamiento de traficantes de armas: “En 1981, Casey ordenó a la Sección de Operaciones [de la CIA] que reclutasen afganos de todo el mundo para transferir armas a los rebeldes por diversos conductos internacionales. Durante la primavera de 1982, más de cien afganos estaban siendo entrenados por la CIA en las artes del tráfico de armas a escala internacional” [28]

Nuevamente en Arabia Saudí:

“Casey presentó al rey Fahd la posibilidad de recrudecer el conflicto: ¿Qué le parecería que trasladásemos la guerra afgana a suelo soviético en Asia Central?”, preguntó Casey (…)” [29]

La guerra en la URSS:

“Durante un encuentro celebrado en las oficinas de los servicios de inteligencia de Pakistán con Mohamad Yousaf, director de la Sección Afgana de los servicios pakistaníes, y con el general Akhtar, Casey se dirigió hacia una mapa que había colgado en la pared, y comenzó: “La Unión Soviética es vulnerable a las tensiones étnicas. Es el último imperio multiétnico y en su momento habrá de hacer frente a los retos nacionalistas. El norte de Afganistán es un trampolín hacia el Asia Central soviética (…) Es la parte más indefensa de la Unión Soviética. Deberíamos introducir literatura [en la zona] para fomentar la disensión. Después, deberíamos enviar armas para animar a que se produzcan levantamientos locales.”

“Era una sugerencia increíble. Nunca hasta entonces se había intentado realizar una operación militar y adentrarse en la propia Unión Soviética. Las repercusiones militares y diplomáticas podían ser colosales. Pakistán, como patrocinador de los muyahidín, podría ser objeto de las represalias militares [soviéticas]. Pero lo mismo podía ocurrirle al patrocinador de Pakistán, sobre todo si llegaba a saberse en el Kremlin que todo esto era una iniciativa de Reagan. Pakistán había permitido que comenzasen los plantes para atacar objetivos en el interior de la Unión Soviética” [30]

El régimen pakistání:

“El Presidente Zia y el director Casey se sentaron como habían hecho en numerosas ocasiones anteriores. Pero los tiempos que corrían eran más difíciles para Zia. La oposición política doméstica estaba creciendo, y los sectores más críticos con el ejército habían perdido el miedo. Zia era un elemento clave para el proyecto afgano, y mantenerlo en el poder era crucial. La mayor parte de grupos políticos de la oposición se oponían a la cooperación con EEUU. La CIA tenía varios planes para mantener a Zia en el poder. Washington ya estaba elaborando un nuevo paquete de ayuda militar y económica para premiar a Zia por su compromiso con la causa afgana. El paquete de ayuda tendría una valor superior en mil millones de dólares a los anteriores.” [31]

“Desde la oficina del General Zia, Casey salió en un coche blindado de la CIA en dirección a unas instalaciones militares situadas en los alrededores de la ciudad. Allí le esperaban el General Akhtar y Yousaf para discutir la revisión de la política norteamericana para Afganistán. Habría armamento más sofisticado, tecnología avanzada para la visión nocturna, explosivos especiales, y acceso a los servicios de inteligencia norteamericana de alta tecnología. Siguiendo la estrategia del Consejo de Seguridad Nacional, la CIA proporcionaría a los servicios secretos de Pakistán y a los muyahidín una amplia gama de dispositivos avanzados de comunicación” [32]

El entrenamiento de los muyahidín:

“Los muyahidín iban ganando en eficacia gracias a los numerosos centros de entrenamiento que había sido establecidos desde 1985. Allí se ofrecían cursos de dos semanas sobre el manejo de armamento anti-tanque y anti-aéreo, sobre minas, demoliciones, guerrilla urbana y sabotaje. Cada año, 20.000 muyahidín salían de estas escuelas (…)” [34]

“Las unidades especiales que trabajaban dentro de la Unión Soviética irían equipadas con lanzamisiles y explosivos de alta tecnología que les proporcionaría la CIA. Su misión era buscar objetivos civiles y militares soviéticos para cometer actos de sabotaje. Atacarían zonas industriales, descarrilarían algunos trenes, y dispararían cohetes contra instalaciones militares soviéticas(…)” [34]

“Los soldados pakistaníes estacionados en la base aérea a las afueras de Islamabad comenzaron a desembalar una carga extremadamente delicada a comienzos de julio. Dentro de los contenedores de aspecto normal se encontraban las “armas mágicas” que los muyahidín habían estado esperando. La administración Reagan cumplía así con su promesa: el primer cargamento de misiles Stinger había llegado(…)” [35]

“A finales de 1986, varios informes sobre las actividades de los muyahidín en el interior de la Unión Soviética comenzaron a llegar a Washington” [36]

Todo vale en el nombre del anticomunismo

Los fragmentos anteriores son tan sólo una pequeña muestra de lo que se revela en “Victory”, incluyendo la sorprendente información relativa a las operaciones militares en territorio soviético programadas por la CIA. Los soviéticos (una potencia nuclear) mostraron entonces una increíble contención y evitaron caer en la provocación de un conflicto armado a gran escala. En los años siguientes, otro hecho crucial se dio a conocer: el Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI), una entidad anglo-pakistaní que utilizaba cuentas en el extranjero para el lavado de dinero internacional antes de ser cerrado en 1991, era el conducto elegido para proporcionar fondos a los muyahidín. No hay duda de que muchos de los miembros de la red de Ben Laden saben cómo lavar dinero a través del sistema bancario mundial” [37]

La realidad es que EEUU estaba apoyando a regímenes represivos y en absoluto democráticos como Arabia Saudí o Pakistán al tiempo que intentaba derribar a la Unión Soviética, con la excusa de que era [un régimen] represivo y falto de democracia. En el camino, EEUU estaba dispuesto a prescindir de la democracia y a arriesgar un posible conflicto nuclear. Está claro que las razones reales por las que EEUU se oponía a la URSS eran económicas: fundamentalmente, el hecho de que el sistema económico soviético imposibilitaba por completo la expansión y las inversiones de las corporaciones [norteamericanas]. En lo que respecta a las riquezas petrolíferas de Asia Central, esto se hacía aún más evidente: [los soviéticos] utilizaban la abundancia de recursos a favor de su gente, no para buscar beneficios.

Las fuerzas progresistas y de izquierda de Afganistán han sido totalmente destruidas. Lo mismo ha ocurrido en otros países del globo, donde millones de personas fueron asesinadas en actos de genocidio, como el asesinato masivo de un millón de comunistas e izquierdistas en Indonesia. El resultado final es una situación en la que los pueblos oprimidos que intentan luchar por erradicar su sufrimiento político y económico no tienen acceso a las posibles respuestas u opciones que les ofrecen las fuerzas progresistas y de izquierda. En estas circunstancias, las fuerzas del fundamentalismo religioso de derechas se presentan como la única alternativa. Muchos acudirán a esta alternativa para poner fin a los males de sus sociedades. En este punto de inflexión de la historia del mundo, se está sin embargo desarrollando un movimiento global por la paz cada vez más conectado con la oposición a las multinacionales y a la globalización bajo la batuta norteamericana. El movimiento anti-globalizador ha movilizado en numerosos países a millones de trabajadores contra los efectos de la globalización. Por lo tanto, aunque los riesgos sean enormes, existe también un enorme potencial para detener esta guerra bárbara y poner en marcha los cambios económicos y sociales que tan desesperadamente necesita una gran mayoría de la población del planeta, incluyendo a EEUU. Este es el único camino para acabar con el terrorismo y conseguir una paz y seguridad duraderas.

Referencias:

1. “Afghan refugees left out in the cold”, Anna Badkhen, San Francisco Chronicle, 2 de noviembre de 2001.
2. Entrevista con el Secretario de Defensa de EEUU, Donald Rumsfeld, por Wolf Blitzer; CNN, 28 de octubre de 2001.
3. Según France Press, existen vasta reservas de petróleo sin explotar en los desiertos de Pakistán.
4. U.S. National Security Council. A National Security Strategy for a New Century. Washington, D.C.: White House, Octubre 1998; p. 32. Citado en Klare, Michael T. Resource Wars, Nueva York, Henry Holt and Co.
5. Frank Viviano, “Energy Future Rides on U.S. War ­ Conflict centers in world´s oil patch”, San Francisco Chronicle, 26 de septiembre de 2001.
6. Thomas Friedman, “What the world needs now”, New York Times, 28 de marzo de 1999, pág. 40
7. John J. Maresca, vicepresidente de UNOCAL, en comparecencia ante la Cámara de Representantes de EEUU, 12 de febrero de 1998.
8. Larry P. Goodson, Afghanistan´s endless war, Seattle, University of Washington Press, 2001; p. 81.
9. Ted Rall, “It´s about oil”, San Francisco Chronicle, 2 de noviembre de 2001, pág. A25.
10. Hugh Pope, UNOCAL group plans Central Asian pipeline”, Wall Street Journal, 27 de octubre de 1997.
11. Sarah Horner en Countries, http://www.afghanradio.com/news/2001/february/feb8n2001.html
12.Washington Post, 25 de mayo de 2001.
13. John Pilger, “This War is a Fraud”, Daily Mirror, 29 de octubre de 2001.
14. Op. cit., pág. 7
15. Michael Gordon y C.J. Chivers, “U.S., Tajikistan make a deal on military cooperation”, San Francisco Chronicle, 5 de noviembre de 2001, pág. A4.
16. Alfred McCoy, “Drug fallout: the CIA´s forty year complicity in the narcotics trade”, The Progressive, 1 de agosto de 1997.
17. Iddarth Varadarajan, Times of New Delhi.
18. John Daniszewski y Tyler Marshall, “Ally or playing both sides?”, San Francisco Chronicle, 30 de octubre de 2001.
19. Karen Talbot, “Chechenya: more blood for oil”, Covert Action Quarterly, núm. 69, Primavera / Verano 2000, pág. 22.
20. “Malampaya topsides installed in the South China Sea”, comunicado de prensa de Kellog Brown and Root, 28 de marzo de 2001.
21. Le Nouvel Observateur, 15-21 de enero de 1998 (la entrevista no se incluye en la edición para EEUU).
22. Peter Schweizer, Victory: The Reagan Adminsitration´s Secret Strategy that Satened the Collapse of the Soviet Union, Nueva York, Atlantic Monthly Press, 1994.
23. Ibid., p. xviii
24. Ibid., p. 29.
25. Ibid., p. 63.
26. Ibid., p. 100.
27. Ibid., p. 116.
28. Ibid., p. 150.
29. Ibid., p. 155.
30. Ibid., p. 178.
31. Ibid., p. 229.
32. Ibid., p. 230.
33. Ibid., p. 251.
34. Ibid., p. 252.
35. Ibid., p. 230.
36. Ibid., p. 271.
37. The ANC Today; Online Voice of the African National Congress, Vol. 1, núm. 36, 28 septiembre ­ 4 octubre 2001.


Comment on Global Research Articles on our Facebook page

Become a Member of Global Research


Articles by: Karen Talbot

Disclaimer: The contents of this article are of sole responsibility of the author(s). The Centre for Research on Globalization will not be responsible for any inaccurate or incorrect statement in this article. The Centre of Research on Globalization grants permission to cross-post Global Research articles on community internet sites as long the source and copyright are acknowledged together with a hyperlink to the original Global Research article. For publication of Global Research articles in print or other forms including commercial internet sites, contact: [email protected]

www.globalresearch.ca contains copyrighted material the use of which has not always been specifically authorized by the copyright owner. We are making such material available to our readers under the provisions of "fair use" in an effort to advance a better understanding of political, economic and social issues. The material on this site is distributed without profit to those who have expressed a prior interest in receiving it for research and educational purposes. If you wish to use copyrighted material for purposes other than "fair use" you must request permission from the copyright owner.

For media inquiries: [email protected]