Tambores de guerra comercial entre China y los países occidentales

El futuro de los intercambios globales

¿Es China una economía de mercado? La pregunta parece teórica. Pero la respuesta tiene repercusiones enormes. Hace 15 años, el país asiático entró a formar parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC) con el estatus de “economía no de mercado”. En aquella época estaba en transición desde el modelo comunista. Así que se pactó que quince años después se revisaría su condición. El plazo caducó hace una semana. 

Pero ni la UE ni EE.UU. tienen intención de cambiar su visión, porque cualquier cambio tiene consecuencias económicas de gran magnitud. En efecto, durante este periodo de transición las dos potencias occidentales han podido aplicar medidas antidumping a ciertos productos procedentes de China. Esto ha sido posible precisamente porque, al no ser una economía de mercado, la base para calcular si China vendía sus productos a un precio excesivamente bajo tenía en cuenta los niveles en países terceros. En la práctica, con ese sistema tanto la UE como EE.UU. han podido proteger su industria nacional al encarecer los bienes procedentes de China, aplicando recargas tarifarias.

Sin embargo, el cuadro puede cambiar radicalmente si China consigue convencer la OMC, en la demanda que acaba de presentar ante este organismo, de que es “una economía de mercado” a todos los efectos. Los europeos y los norteamericanos se quedarían sin defensas comerciales en el caso de que se aceptara la tesis de Pekín.

La batalla es jurídica, porque los chinos creen que el reconocimiento de su renovado estatus capitalista debería ser automático. Algo que los occidentales se niegan a reconocer. “Para mí China busca un pretexto. Su economía es todavía dirigida y centralizada y los precios no fluctúan libremente”, sostiene a este diario un exfuncionario de la OMC. Un informe del Parlamento Europeo añade que “en China las empresas no están sujetas a revisiones contables independientes y hay que garantizar la certeza del derecho concursal y de propiedad”.

Un estudio de hace un año del Economic Policy Institute de EE.UU. ha calculado que si China cambiara de estatus, sus exportaciones a Europa, sin el filtro de las medidas antidumping, podrían aumentar hasta un 30%. Una ola amarilla en toda regla que, según estas fuentes, costaría a la industria europea entre 1,7 y 3,5 millones de puestos de trabajo, ya que muchas empresas del Viejo Continente no conseguirían competir. El impacto económico representaría hasta el 2% del PIB europeo. “El reconocimiento de China como economía de mercado tendría un impacto desastroso para el sector del acero, el papel, la cerámica y los recambios de automóviles. El país cuenta con un amplio abanico de industrias subvencionadas y manipula su divisa para vender a precios descontados”, sostiene el estudio. Por ejemplo, en los primeros 11 meses de este año se han lanzado 41 investigaciones en 16 países sobre el acero importado de China (un 24% más respecto al año pasado), con la acusación de vender por debajo del coste.

La mecha está encendida, cuando las relaciones entre China y Trump no pasan por sus mejores momentos. Hace tan sólo una semana, el Departamento de Comercio de EE.UU. anunció una investigación sobre las importaciones chinas de maderas contra-chapadas (lo que podría forzar a aplicar aranceles del 114%), y la semana pasada se impusieron tarifas aduaneras en lavadoras chinas.

Las medidas de represalia, en todo caso, deberán adoptarse con cautela. Desde el 2015, China invierte más en Estados Unidos que al revés, hasta los 15.000 millones de dólares. “No prevemos una guerra comercial entre Estados Unidos y China en el escenario base”, decía Zhiwei Zhang, economista del Deutsche Bank. “Pero como han demostrado los recientes acontecimientos, también debemos pensar en escenarios impensables”.

Una transición larga y difícil hacia el mercado

En 15 años, desde su entrada en la OMC, el volumen de las importaciones y exportaciones chinas se ha multiplicado por ocho y su contribución en el crecimiento del PIB mundial ha subido al 25%. ¿Es suficiente para llegar a la conclusión de que China ha dejado atrás el modelo comunista para convertirse en una economía de mercado consolidada? En el 2014, hace sólo dos años, el presidente Xi Jinping dijo: “Los casos de corrupción y colusiones están aumentando. El abuso de la autoridad sobre el personal, también. El intercambio de poder por poder, poder por dinero y poder por sexo es frecuente. Los oficiales del Gobierno y hombres de negocio actúan en colusión, como entrelazados”.

Piergiorgio M. Sandri

Piergiorgio M. Sandri: Periodista del diario La Vanguardia.


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