Grecia – La izquierda radical después de Syriza

Entrevista a Antonis Ntavanellos

El sufrimiento en que está hundida la gran mayoría de la población griega puede ser ilustrado con estas cifras: el 49,2 % de las familias solo disponen como única fuente de ingresos la jubilación de uno de sus miembros; el 37,1 % de las familias afirman vivir con menos de 10 000 euros al año. Oficialmente, el 73,3 % de la gente declarada en paro está clasificada como parada de larga duración. En este contexto, es evidente que el 73,5 % de las familias interrogadas durante el período que se extiende del 14 al 26 de noviembre de 2016 “pronostican” que su situación financiera se deteriorará en el futuro. Estos datos no revelan el descalabro de los servicios públicos, en primer lugar el de la salud y el de la educación.

El salario mínimo para la gente asalariada mayor de 25 años era el siguiente: 1 de enero de 2010: 739,56 euros; 1 de julio de 2011: 751, 39 euros; 14 de febrero de 2012: 580,08 euros. Los datos publicados por Eurostat indican que, en el seno de los países de la Unión Europea, Grecia es el único en el que el salario mínimo de 2016 era claramente inferior al de 2008. Hay que precisar también que es un salario mínimo por un empleo a tiempo completo. Ahora bien, solo el 42,6 % de los y las asalariadas trabajan a tiempo completo. De cuatro personas asalariadas que hayan obtenido un empleo en 2016, dos obtienen un salario inferior a 600 euros. Y los empleos de dos o de cuatro horas por semana son corrientes, como exige la “flexibilidad del trabajo” que debe asegurar la “competitividad” de la economía griega y, sobre todo, una estadística a la baja del paro. El salario horario en numerosos sectores está a la altura de 3 euros y el Ministro de Trabajo ha tenido que reconocer que 125 000 personas asalariadas ganan menos de 100 euros por mes, lo que plantea interrogantes sobre su “seguridad social” y su futura jubilación.

La distribución por determinados patronos de cupones de alimentos es algo cada vez más frecuente. Por ejemplo, un persona empleada en una sociedad puede cobrar un salario de 800 euros y 160 euros en bonos de compra para obtener bienes. La empresa tiene la obligación de pagar el salario mínimo, pero puede proponer bonos de compra para la parte que depasa el salario mínimo. La prensa indica la extensión de este sistema en el sector bancario, el comercio y la construcción.

El sociólogo Christos Papatheodorou de la Universidad Panteion de Atenas confía al periodista de Le Monde (14/02/2017): Las últimas medidas tomadas por el gobierno de Alexis Tsipras van a empobrecer aún más a la población griega y van a aumentar las desigualdades. La subida de los impuestos ataca una vez más a las clases medias y no a las personas más acomodadas, que han abierto desde hace mucho cuentas en el extranjero y encontrado los medios para escapar al fisco. En 2009, el 18 % de la ciudadanía griega estaba amenazada de pobreza o de exclusión social. En 2013, según las últimas cifras conocidas, era el 49 %. Tal empobrecimiento es algo nunca visto.

Desde 2013, la situación no ha hecho sino agravarse. Los desahucios, por imposibilidad de pago de los préstamos se han disparado. Comienza a darse un movimiento análogo a lo que se ha producido en regiones del Estado español contra estos desahucios; por ejemplo, en Tesalónica. En cuanto a las decenas de miles de personas refugiadas, están encerradas y son víctimas de una tortura cotidiana.

Desde hace 15 días existe una amplia movilización de agricultores con bloqueo de carreteras, de acceso a aeropuertos, etc. Se ven estrangulados por los nuevos impuestos, la supresión de subvenciones al gasoil, la revisión drástica de las jubilaciones, etc. La convergencia de la movilización en Atenas está a debate.

Ha habido diversas luchas sectoriales entre los estudiantes, los jubilados, los bomberos, el sector de la salud… Sin embargo, el frente de los acreedores no está dispuesto a ceder. Hundir a la mayoría de la población griega en lo que, en el pasado, se llamaban “casas de reeducación” remite a las exigencias de un “orden nuevo” que se oculta tras la pantalla de las “negociaciones en el seno de una Europa democrática” y de una “bendición por una mayoría parlamentaria” que apoya a un gobierno “democráticamente elegido”. La contrarrevolución del ordoliberalismo toma arraigo en Grecia, con la decrepitud del sistema político que se deriva de ello. Publicamos a continuación una entrevista con Antonis Ntavanellos, que analiza la evolución política desde 2010. En próximas fechas analizaremos la coyuntura política.

Liz Walsh: En la medida en que Syriza se ha revelado incapaz de poner fin a la austeridad, ¿valía la pena construir un partido amplio que implicara a diferentes corrientes de la izquierda radical, revolucionarias y reformistas? ¿La lucha por un gobierno de izquierdas era el camino adecuado?

Antonis Ntavanellos: Syriza fue fundada a comienzos de 2004, sobre la base de la experiencia acumulada anteriormente en el Foro Social Griego (FSG). El FSG era un frente unificado en el seno de los movimientos sociales. Reunía en la acción a fuerzas cuyas tradiciones y orígenes ideológicos eran diferentes (por decirlo de forma resumida: reformistas, centristas y marxistas revolucionarios).

El período estaba caracterizado por ataques capitalistas intensos, una crisis de la izquierda tradicional así como un declive de los sindicatos y de las organizaciones sociales. En este contexto, el FSG logró organizar una ola de grandes movilizaciones contra el neoliberalismo y manifestaciones masivas contra la guerra. El FSG constituyó la forma principal tomada en Grecia por el movimiento internacional contra la mundialización capitalista neoliberal.

Al mismo tiempo, el FSG era una afirmación del valor de un frente común, aportando una renovación en los debates en el seno de la izquierda griega, en donde las tradiciones estalinistas seguían teniendo fuerza.

Tras los acontecimientos de Génova, en 2001 [movilizaciones masivas contra la cumbre del G7 en Génova, momento fuerte del “movimiento antiglobalización”], toda la izquierda europea estuvo atravesada por el debate que consistía en saber si y cómo podíamos expresar en las luchas políticas la unidad de acción que habíamos establecido ya en las calles. Estaba claro que esto implicaba la perspectiva de una participación común en elecciones. En 2004, aceptamos este desafío, participando en la creación de Syriza.

Syriza era la forma griega adoptada como respuesta al debate general sobre los “partidos amplios” de la izquierda radical. A la vez que aceptaba el desafío participando en Syriza, la Izquierda Obrera Internacionalista (OEA) tenía una orientación sobre los partidos amplios que era diferente de la que dominaba entonces, tal como estaba expresada por ciertas secciones de la IV Internacional, por ejemplo.

No considerábamos, en primer lugar, a los partidos amplios como la “respuesta final” a la cuestión del partido. Considerábamos que se trataba de un proceso transitorio en una situación muy específica, con el telón de fondo de una crisis de los movimientos de resistencia y de la izquierda.

En segundo lugar, por esta razón, no prometimos jamás y jamás hemos aceptado la disolución de nuestra organización. No hemos relegado nunca a un segundo plano nuestros propios “instrumentos” independientes de construcción y de “comunicación” política con las personas interesadas: periódico, revista, reuniones y actividades públicas propias.

Además, defendimos públicamente, desde el comienzo, la necesidad de una corriente de izquierdas organizada en el seno de Syriza. Aunque nuestre formación, DEA, gozara del respeto y del reconocimiento de una amplia parte de los miembros de Syriza, no se sumó jamás a la mayoría dirigente; ni siquiera en la fase más “radical” de Alexis Tsipras.

Este planteamiento se reveló de una gran importancia en el momento de la crisis. Esto explica -parcialmente- la rapidez de la reacción de la izquierda de Syriza en 2015, si se compara con lo que ocurrió, por ejemplo, en Brasil [cuando el primer gobierno Lula de enero de 2003] o en Italia [crisis del Partido de la Refundación Comunista].

Los once años de la experiencia Syriza han contribuido a la formación de una amplia capa de militantes políticos en Grecia. Esta capa es más fuerte numéricamente (en términos relativos) que en otros muchos países de Europa. Es también más fuerte políticamente: está entrenada por la lucha y ha superado la “enfermedad infantil” de la dispersión de las fuerzas en un “movimientismo social”.

Es la razón por la que, quienes hemos combatido con vigor las políticas del gobierno Syriza-Griegos Independientes desde febrero de 2015, defendamos la experiencia del primer período de acción radical de Syriza.

Estamos convencidos de que esta capa de activistas políticos, hombres y mujeres, no ha dicho su última palabra. Estamos convencidos de que esas personas protagonizarán luchas contra el gobierno Tsipras y jugarán un papel muy importante en la configuración de la nueva situación, dando forma a la época “post-Syriza”.

Tras haber firmado [en julio 2015] el tercer memorándum con los acreedores, el gobierno de Tsipras pone en marcha políticas neoliberales típicas: disminución de los salarios, de las jubilaciones y de las prestaciones sociales; privatizaciones y creación de un sistema de relaciones laborales más “flexibles”; aumento de los impuestos a los sectores populares, etc. Con estas políticas económicas reaccionarias, el gobierno Tsipras sigue siendo incapaz de realizar reformas democráticas, ni siquiera las más elementales, ni siquiera las que no tienen “coste financiero”. Para gobernar, necesita apoyarse en el aparato represivo del Estado.

Para los marxistas revolucionarios, la cuestión de un “gobierno de la izquierda” ha sido espinosa siempre. La primera vez que fue propuesto como estrategia en el seno de Syriza, en 2008, le rechazamos considerándola una estrategia parlamentario-reformista. No fue aceptada. Todo cambió como consecuencia del estallido de la crisis y sobre todo como consecuencia de las masivas luchas sociales de 2010-2011. En ese momento, amplios sectores de la población se movilizaban masivamente -y con tenacidad- para echar abajo los memorándums [impuestos por la Troika y aceptados por los gobiernos griegos]. Comprendían que para alcanzar este objetivo, debían derrocar el gobierno.

A pesar de la importancia de las luchas y de la determinación de las masas, la situación no era revolucionaria en Grecia: el enfrentamiento no había alcanzado el nivel de una “lucha a muerte”, el enfrentamiento no había adoptado la forma clara de la “lucha de una clase contra otra”. Y la clase trabajadora no disponía de sus propias organizaciones sociales independientes capaces de reivindicar un poder real. Estos límites hicieron que la voluntad de derrocamiento fuera “desviada” hacia la reivindicación de un gobierno de la izquierda, incluso en el ambiente de una victoria electoral.

Debíamos reconcer este contexto y buscar la línea política más radical en estos parámetros. Reintrodujimos en el debate público en Grecia las discusiones sobre el gobierno de izquierdas que se desarrollaron en el IV Congreso de la Internacional Comunista [1923]. Este Congreso consideraba esta cuestión como una política transitoria en dirección a una emancipación socialista.

Hemos luchado en este sentido y todas nuestras iniciativas tácticas estaban determinadas por este planteamiento. Esto nos ha permitido mantenernos firmes en nuestra orientación de clase y conservar el respeto hacia nuestra organización tanto de numerosos miembros de la base de Syriza como por militantes exteriores.

Actualmente, Nuestro balance crítico del eslogan de un gobierno de izquierdas gira principalmente sobre dos puntos.

· El primero concierne a los factores objetivos. Se ha demostrado que una política transitoria que integre un gobierno de la izquierda supone un grado más elevado de intervención política de las masas a través de sus propias organizaciones sociales que el que habíamos creado en Grecia en 2015.

· El segundo tiene que ver con factores subjetivos: el equilibrio de las fuerzas entre reformistas y revolucionarios en el seno de la coalición y en el movimiento social. El proyecto de un “gobierno de la izquierda” supone una determinación política bastante más fuerte para un enfrentamiento de este tipo que lo que significó la resolución de Syriza en su conjunto en 2015.

Es importante señalar que DEA no afirmó jamás que Syriza lograría llevar a cabo, de forma auténtica, un proyecto “gobierno de la izquierda”. En nuestra opinión, se trataba más bien de una fórmula que servía de marco ideológico para nuestras acciones -acciones que comprendían el enfrentamiento en el seno de Syriza contra el grupo dirigente alrededor de Tsipras- que una apreciación de lo que ocurriría finalmente.

En el corazón de los acontecimientos trascendentales, las ideas son siempre importantes, aunque permanezcan en la superficie. En el momento del test decisivo, la mayoría dirigente de Syriza puso sus orígenes eurocomunistas en primer plano y se volvió hacia esa configuración política.

El gobierno de Tsipras claudicó tan rápidamente porque rechazó enfrentarse a la clase dominante local durante los seis cruciales primeros meses de 2015 y porque tenía la ilusión de que era posible llegar a una solución de consenso gracias a negociaciones con la UE (Unión Europea), revisando las posiciones anteriores de Syriza y modificándolas a fin de “permanecer a cualquier precio en el seno de la Eurozona”. El resultado de estas dos importantes retrocesos condujo a la firma del tercer memorándum por Alexis Tsipras en julio de 2015.

Cuando el primer gobierno Tsipras, DEA jugó un papel central reforzando la determinación de la izquierda en el seno de Syriza, la Corriente de Izquierdas, a oponerse a la claudicación. En el desastre de Syriza, emergió un nuevo partido-movimiento político, la Unidad Popular (LAE), a fin de mantener la esperanza en la existencia de un camino diferente al seguido por Syriza.

¿Cuál es el clima en el seno de la clase trabajadora y cuál es la orientación de LAE tanto para favorecer la resistencia a la austeridad como la construcción de fuerzas de izquierda? ¿Cuál es la posición de LAE sobre la pertenencia a la UE teniendo en cuenta que el eslogan de DEA en el seno de Syriza era “ningún sacrificio por el euro, ninguna ilusión en el dracma”? ¿Ha cambiado esto tras la experiencia de Syriza?

En 2013, DEA fundó la Plataforma de Izquierdas (PIG) en el seno de Syriza, con la Corriente de Izquierdas (la tendencia de izquierdas del partido Synaspismos cuyo portavoz más conocido es Panayiotis Lafazanis). La PIG era el centro de la resistencia contra Tsipras, y alrededor de ella se produjo una ruptura rápida y masiva en el curso del verano de 2015 cuando alrededor del 50 % de los miembros y cuadros del partido se nos sumaron fuera de Syriza.

La PIG cofundó la Unidad Popular (LAE por sus iniciales griegas) con dos organizaciones que rompieron con Antarsya, la coalición de la izquierda anticapitalista. En las elecciones de septiembre de 2015, LAE no consiguió tener su propio grupo parlamentario puesto que reunimos el 2,9 % de los votos, es decir, menos del 3 % que es el umbral que permite entrar en el Parlamento. Este fracaso puede ser atribuido al plazo extremadamente corto que podíamos utilizar (menos de tres semanas para organizar un “nuevo partido” y realizar la campaña electoral) y sobre todo a las calumnias unánimes de los medios de masas contra el “ala izquierda de Syriza”, definiéndonos como “peligrosos aventureros”.

Algunos meses más tarde, alrededor de 5 000 activistas organizados participaron en la conferencia fundadora de LAE. Es evidente que LAE reúne la mayor parte de la izquierda organizada opuesta al memorándum en Grecia fuera del Partido Comunista (KKE).

Vale la pena decir algo a propósito de la evolución del KKE. Su dirección parece estar poniendo en práctica un giro a la izquierda en el terreno de las ideas: habla de socialismo, rechaza la estrategia de las “etapas” intermedias, renueva la historia del partido sobre una base crítica, abriendo de nuevo el debate sobre su estrategia durante la resistencia entre 1940 y 1944 así como durante la guerra civil que le siguió. Este proceso tiene por objetivo principal descartar toda colaboración con otras fuerzas de izquierda, toda acción común, ni siquiera la más pequeña. Esto se parece más a la política estalinista del tercer período (1927-1928 a 1935) que a una vuelta hacia una política revolucionaria efectiva.

En el seno de LAE, DEA plantea una forma organizativa democrática que permita a otras fuerzas sumarse a LAE, incluyendo Antarsya y otras fuerzas que han abandonado Syriza. Intentamos, de nuevo, construir una corriente común de la izquierda radical opuesta al memorándum.

Sin embargo, lo hacemos en una situación política diferente.

· La rapidez de la capitulación de Syriza -y el giro abrupto pasando del No expresado en el referéndum del 5 de julio de 2015 al Si al tercer memorándum de Tsipras de los días 12-13 de julio en la reunión del Eurogrupo- y el cinismo de la política gubernamental que siguió engendraron la desmoralización entre una gran parte de la gente. El hundimiento de la confianza hacia Syriza ha sido rápido, pero la amplia mayoría popular sigue silenciosa por el momento. No se ha expresado directamente en luchas sectoriales (y defensivas, hay que subrayar), sino en un giro hacia la lucha individual para sobrevivir en medio de la crisis.

· El mantenimiento de movilizaciones, aunque sean muy pequeñas, necesita un esfuerzo organizado de la izquierda política bastante más importante. La contribución de LAE en este sentido es manifiesta. A través de nuestras acciones anteriores, hemos heredado un programa común en términos de objetivos contra la austeridad: la defensa de los salarios y de las jubilaciones; la lucha contra la flexibilidad, la oposición a las privatizaciones; la batalla contra los desahucios, etc.

LAE sigue defendiendo también, de forma unánime, la nacionalización-socialización de los bancos así como la suspensión del pago de la deuda, con el objetivo de su anulación. Se trata de “nudos” indispensables para un programa transitorio necesario para derrotar la austeridad y dirigirse hacia el socialismo.

· Sin embargo, emergen nuevas cuestiones de forma permanente. Has preguntado sobre lo que ocurría con nuestra antigua consigna de “ningún sacrificio por el euro-ninguna ilusión en el dracma”. Era una consigna “algebraica” en el momento del ascenso de Syriza. Cuando nos vimos confrontados a posiciones rígidas de los acreedores y de los dirigentes de la UE, que exigían muchos más sacrificios, tuvimos que radicalizar la consigna y defender abierta y claramente la salida de la zona euro como precondición necesaria para derrotar la austeridad y anular los memorándums. Hay también unanimidad en el seno de LAE en torno a ello.

Si la salida de la zona euro es efectivamente una precondición necesaria, esto no significa no obstante que sea suficiente en términos de programa de izquierdas, de la clase trabajadora. Afirmamos que una salida de la zona euro y un enfrentamiento con los dirigentes de la UE solo tendrá un contenido emancipador si está combinada a un programa más amplio de medidas anticapitalistas que abra una perspectiva socialista. Otros compañeros y compañeras, en el seno del LAE, piensan que una salida de la zona euro es objetivamente una solución progresista en la medida en que prepararía el camino a un crecimiento de la economía griega, lo que crearía objetivamente más ocasiones para la acción de las clases trabajadoras y populares.

· Se trata, en cierta forma, de una repetición de la controversia entre los partidarios de una estrategia socialista revolucionaria y quienes son favorables a una estrategia de “independencia nacional”, es decir una estrategia de las “etapas intermedias”. Un debate que atravesó a la izquierda durante los años 1960 y 1970. Ahora mismo, en el seno de LAE existe una discusión de ese tipo.

Este debate se ha vuelto más importante aún tras el voto favorable al Brexit, el ascenso de Marine Le Pen en Francia, de Geert Wilders en los Países Bajos (Partido de la Libertad) o también después del referéndum contra la reforma constitucional de Matteo Renzi en Italia (diciembre de 2016). Algunas fracciones de las clases dominantes europeas parecen perder confianza en la zona euro y volverse hacia el proteccionismo así como hacia políticas de “preferencia nacional”. Esta tendencia está claramente favorecida por la victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos.

En Grecia no hay una fracción seria de la clase capitalista que contemple mejores perspectivas fuera de la zona euro o que defienda una vuelta al dracma. Esto podría cambiar porque la crisis del capitalismo griego es extremadamente profunda, porque todo el mundo sabe que el tercer memorándum conduce a un callejón sin salida y porque numerosos capitalistas temen que al final del camino de las “devaluaciones internas” en el seno de la zona euro no existe ningún tipo de recompensa por parte de los acreedores, sino la bancarrota y la expulsión de la zona euro. Ya empiezan a aparecer en la prensa las primeras voces provenientes del coro del establishment sobre la necesidad de prepararse para todas esas eventualidades.

Syriza participa también en las tentativas de la Unión Europea de crear una fortaleza Europa encerrando a las personas refugiadas en campos y devolviendo a algunas a Turquía. ¿Puedes describirnos la situación de las personas refugiadas en Grecia y, en particular, en las islas? Hemos asistido en toda Europa al ascenso de partidos de extrema derecha. ¿Ha sido Amanecer Dorado capaz de capitalizar la decepción representada por Syriza, así como la llamada crisis de las personas refugiadas?

El destino de las personas refugiadas ha sido determinada por el acuerdo reaccionario y racista concluido entre la UE, Turquía y Grecia. Es importante subrayar que a fin de “controlar” la aplicación del acuerdo, una flota de guerra de la OTAN ha entrado en el mar Egeo (principalmente debido a la insistencia del gobierno Tsipras) y vigila la situación en Siria así como los navíos de guerra rusos estacionados en el Este del Mediterráneo.

El acuerdo atribuye a Turquía la responsabilidad de mantener a la mayoría de las personas refugiadas dentro de sus fronteras. Implica igualmente el “encierro” de ciertos refugiados (más de 60 000) en Grecia, haciendo extremadamente difícil sus esfuerzos para llegar a Europa central y luego, finalmente, a Europa occidental. A fin de desanimar a las personas refugiadas para entrar en Grecia, el poder organiza una abominable “acogida”: son encerradas en campos aislados, principalmente en las islas, sin esperanza ni perspectivas.

En las jornadas más difíciles de este invierno, la situación en los campos se ha vuelto totalmente insostenible. Ha habido revueltas contra esas condiciones execrables, así como contra los ataques racistas organizados por la extrema derecha.

¡En un país que recibe cada verano 21 millones de turistas, el gobierno afirma que le es difícil ofrecer hospitalidad decente para 60 000 personas! A pesar de todo, lo que es positivo es que una gran parte de la población griega manifiesta una solidaridad firme.

Las principales tareas a las que hace frente el movimiento antirracista organizado son las siguientes: en primer lugar cambiar la situación en los campos imponiendo un control social y democrático de las condiciones que prevalecen en ellos, así como presionar para la transferencia de las personas refugiadas a espacios de acogida abiertos y decentes, en las ciudades. En segundo lugar, exigir que los y las hijas de las personas refugiadas sean aceptadas de pleno derecho en las escuelas públicas [los cursos se organizan a veces oficialmente, pero fuera de las clases de los niños y niñas “griegos”] así como un acceso por entero a la atención sanitaria en los hospitales públicos. En fin, una oposición a los esfuerzos de Amanecer Dorado y de la extrema derecha que intentan organizar una respuesta racista.

La dirección de Amanecer Dorado y un gran número de sus militantes, están siendo acusados de ser miembros de una organización criminal. Debido a ello, se han retirado con precaución: sus “tropas de asalto” han sido retiradas de las calles y ha habido un fuerte declive del número de “incidentes” ligados a la violencia racista.

La desilusión masiva que representa Syriza aporta sin embargo nuevas posibilidades a Amanecer Dorado. Esta formación se sitúa constantemente en tercera posición en los sondeos, con una estimación del 8 % en las intenciones de voto. La dirección intenta explotar esta ocasión mediante un giro parlamentario: presentan un perfil más “respetable”, se expresan sobre todo como “nacionalistas” y no como neonazis, intentando así introducir en el espíritu de sus partidarios que existe la perspectiva de que puedan jugar un papel en un gobierno futuro. Sin embargo, este giro engendra también tensiones en el seno de Amanecer Dorado.

Al mismo tiempo, otros políticos de extrema derecha lanzan iniciativas de cara a crear un partido nacionalista amplio, que sería capaz de cooperar con Nueva Democracia en el caso de que la “gestión” de la crisis en Grecia tuviera que necesitar un gobierno de la “derecha dura”.

Nuestra tarea no es permanecer pasivos y hacer predicciones sobre la evolución de los neonazis y de la extrema derecha. Debemos continuar movilizándonos a fin de hacer quebrar a Amanecer Dorado, una organización que es una amenaza seria para la izquierda y el movimiento de las y los trabajadores. La mejor forma de hacerlo es ligar la lucha antifascista con la lucha por derrotar a la austeridad y por la anulación de los memorándums.

Antonis Ntavanellos

Liz Walsh

Artículo original en francés:

La gauche radical après Syriza, publicado el 14 de febrero de 2017.

Traducido por Faustino Eguberri para VIENTO SUR.


Articles by: Antonis Ntavanellos and Liz Walsh

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