“Democracia cubana” versus “democracia estadounidense”

Primera parte de una entrevista con Arnold August, autor del libro “Cuba and Its Neighbours: Democracy in Motion” (Cuba y sus vecinos: Democracia en movimiento).

Arnold August es analista político, escritor, periodista y conferencista, residente en Montreal, Canadá (Quebec). Es el autor del libro “Democracy in Cuba and the 1997-98 Elections” (La democracia en Cuba y las elecciones de 1997-1998), publicado por la editorial José Martí, Cuba. También escribió un capítulo titulado “Socialism and Elections” (El socialismo y las elecciones) para el libro “Cuban Socialism in a New Century: Adversity, Survival and Renewal” (El socialismo cubano en un nuevo siglo: adversidad, supervivencia y renovación), de la University Press of Florida.

JL: Cuéntenos sobre su libro “Cuba and Its Neighbours: Democracy in Motion”; ¿por qué decidió escribirlo y como lo hizo­?

AA: Bueno, creo que muchas personas estarán de acuerdo conmigo en que cuando se trata de temas de política internacional, de las presiones que ejercen los países del Norte, particularmente los EE.UU. y sobre todo en lo que se refiere al Sur en general—Asia, África y América Latina—hay muy pocos asuntos que se abordan, excepto el tema de la democracia. Así ha sucedido, especialmente desde finales de los años 80 y principios de los 90 del pasado siglo, cuando ocurrió la desintegración de la Unión Soviética y el bloque socialista, que el asunto de la democracia, o mejor dicho, el pretexto de la democracia se utiliza de manera creciente por los EE.UU. y Europa con fines injerencistas en los asuntos internos de otros países. A la vez, aunque parezca raro, existen muy pocos libros sobre este asunto de la democracia como tal. Creo que no mucha gente quiere abordar este asunto porque es un término my cargado, que no es fácil de abordar, pero yo siempre pensé que era necesario hacerlo. En realidad este es mi segundo libro sobre el tema de la democracia; el primero, fue escrito en 1999 particularmente sobre la democracia y las elecciones en Cuba.

JL: Creo que muchos se sorprenderán al leer que existe  democracia en Cuba. ¿De qué democracia estamos hablando?

AA: En Canadá y especialmente en los EE.UU., todo este asunto de la democracia se entiende como algo completamente ajeno a la realidad cubana, y ahora por supuesto esta misma actitud se aplica a otros países como Venezuela. Yo trato el tema de la democracia, pero como usted puede ver, el subtítulo del libro es “Democracia en movimiento”. Por tanto, no sólo abordo el tema de la democracia en sí misma. Trato de desarrollar el concepto de la “Democracia en movimiento” que se refiere a la democratización como un proceso que nunca termina y, al centro de este concepto, intento abordar el papel de la democracia participativa; es decir, esa democracia en la que el pueblo desempeña un papel protagónico diariamente para lograr que su poder político sea efectivo.

JL: Usted cree que el pueblo de Cuba participa en los procesos de toma de decisiones más de lo que lo hacen los pueblos de Canadá o de los EE.UU, por ejemplo?

AA: Bueno, pienso que tendríamos que comparar la Cuba de hoy con lo que acontecía allí antes de 1959, antes de la Revolución. Es que ni siquiera cabe la comparación; porque es tan evidente la existencia en la Cuba anterior a 1959 de una dictadura controlada y dirigida por los EE.UU.—la dictadura de Batista—donde el pueblo era totalmente excluido del ejercicio del poder. A principios de la década de 1950, Fidel Castro se había postulado como representante al la cámara y era evidente que su partido iba a ganar las elecciones generales ya programadas.

Fulgencio Batista, que contaba con el apoyo de los EE.UU. organizó un golpe de estado y canceló las elecciones. Esto le ofrece una idea sobre cual era la situación de la participación popular que existía antes de 1959. Desde esa fecha para acá, todo ha evolucionado, por supuesto. En 1959, por primera vez en la historia de Cuba, el pueblo conquistó el poder político. No estoy diciendo que todo fue perfecto. No fue perfecto entonces, ni es perfecto ahora. Pero, la característica principal de la Revolución de 1959 es que por primera vez, el poder político quedó en las manos del pueblo. El término de “la soberanía reside en las manos del pueblo” se convirtió en un concepto con sentido real en Cuba.

Ahora podemos trazar una línea paralela entre la revolución cubana y la reciente rebelión en Egipto. Yo le llamaría una revolución también, porque el pueblo egipcio se rebeló y finalmente consiguió derrocar al dictador Mubarak, que tenía el apoyo de los Estados Unidos.

Lo que me resulta interesante sobre ese hecho y me ofrece una visión más amplia de la necesidad que tiene el pueblo de ver la democracia como un proceso en desarrollo, una democracia participativa, es que el pueblo en la Plaza Tahrir ocupó los espacios públicos, y entonces a partir de ese suceso es que millones de personas tomaron sus propias decisiones sobre qué hacer, cuáles eran las prioridades, y todo apuntaba a la decisión de derrocar a Mubarak.

No iban a aceptar otra cosa que no fuera eso. Mientras tanto, se desarrollaba un poder político en la base para suplantar el régimen de Mubarak que contaba con el apoyo de los Estados Unidos. Ahora bien, ¿Qué hizo el gobierno de Obama inmediatamente después? ¿Qué hizo tras haber apoyado al régimen de Mubarak, de manera hipócrita por supuesto, hasta el último minuto? Ya, cuando Mubarak fue expulsado del poder, los EE.UU. trataron inmediatamente de imponer lo que yo llamo en mi publicación la “noción etnocéntrica estadounidense sobre la política”, quiere decir, la democracia multipartidista.

Recuerdo muy claramente, y aparece documentado en mi publicación, que después de la derrota de Mubarak, mientras aun seguían las manifestaciones en la Plaza Tahrir y en otros espacios públicos en todo Egipto, Hillary Clinton dijo, en nombre de Obama, que el pueblo debía pasar de las protestas a hacer política. Entonces, desde el punto de vista de los EE.UU., la organización del pueblo  en las calles, de una manera totalmente novedosa para de alguna forma tomar el poder político, con una orientación totalmente diferente, aunque incluso siendo una forma embrionaria,  no era hacer política. La única política que cuenta es la política electoral. Y entonces, vinieron las elecciones egipcias organizadas por los Estados Unidos.

JL: Porque de esta forma podían controlar los resultados?

AA: Exacto, eso es lo que ellos controlan mediante las elecciones. Los EE.UU. no podían controlar la Plaza Tahrir, era el pueblo que, a un nivel embrionario, se disponía a tomar el poder político en los más altos niveles.

JL: Y ¿es que se temía en ese momento que algo similar podría ocurrir en los EE.UU. también?

AA: Claramente, pues el primer efecto de tipo dominó de la Plaza Tahrir tendría como escenario a los mismos Estados Unidos.

El gobierno de Obama tuvo que organizar las elecciones y lo primero que hizo fue eliminar el partido político Nasserista, de mayoría progresista, que favorece el socialismo y defiende decididamente la soberanía del país, de los EE.UU. Esto lo llevaron  por las buenas o por las malas, como normalmente hacen, y los egipcios quedaron sólo con dos partidos: la Hermandad Musulmana y el Partido del Movimiento Nacional Egipcio. Estas dos organizaciones son pro-estadounidenses. Ahora, vemos aquí un aspecto importante que tiene que ver con el proceso electoral en contraste con el proceso político de la democracia en movimiento: sólo el 52 porciento de los ciudadanos votaron en las elecciones presidenciales donde participaron los dos candidatos opuestos. Sólo el 52 porciento! Y además hubo un llamado a boicotear el voto, algo que no fue de gran conocimiento público. De alguna manera evitaron que sucediera.

Entonces, aquí vemos los dos elementos en contradicción. Por un lado, tenemos al pueblo en la Plaza Tahrir y en otras plazas buscando vías de conseguir el poder político, fuera del sistema multipartidista controlado por los Estados Unidos. Por eso es que sólo el 52 porciento votó. A la vez, en esa revolución de 18 días enfilada a derrocar a Mubarak un total de 850 personas fueron muertas y 5 mil 500 resultaron seriamente heridas. Ahora, yo le pregunto a usted: ¿No es más fácil depositar una boleta que luchar en las calles bajo el riesgo de perder la vida o de resultar seriamente herido para derrocar un régimen? No, no es así debido a la apatía o la falta de interés. Se trata básicamente del rechazo al sistema multipartidista, reflejado en aquellas elecciones y es por ello que aún continúa.

Yo casi dedicaba 24 horas diarias durante aquel período de 18 días a seguir ese acontecimiento y ello me permitió profundizar más en el tema de la democracia participativa y en cómo las elecciones son utilizadas para legitimar el status quo.  Fue justamente lo que hizo Obama cuando la Hermandad Musulmana ganó las elecciones. Hizo una llamada a Morsi y, de acuerdo con la transcripción de la Casa Blanca, le dijo: “ahora eres (presidente) legítimo; tienes legitimidad para gobernar en Egipto”. Así es como se manipulan las elecciones en estos países, cuando se realizan bajo el control de los EE.UU.—para legitimar la dictadura de la vieja guardia.

Pero, incluso podemos mirar más cerca, a casa. ¿Qué pasó en Quebec, Canadá en la primavera pasada? Millones de personas tomaron las calles, literalmente hablando, estudiantes y personas de mayor edad, por todo Quebec y ¿qué dijo el gobierno Liberal? “Bueno, nosotros fuimos elegidos”.  Claro, sólo el 52 porciento de la gente votó y ese voto se dividió entre los dos o tres partidos políticos. “Nosotros fuimos elegidos”, lo que quieren decir es: “somos los representantes legítimos del pueblo y podemos hacer lo que queramos. Tenemos el mandato de hacer todo; cualquier cosa”. Y de esta forma las elecciones son utilizadas lo mismo en Egipto, en Quebec, que en otros países, para legitimar el régimen de la vieja guardia. Mire, yo no estoy en contra de las elecciones. No estoy en contra de las elecciones donde haya diferentes partidos, pero sí tenemos que observar cuidadosamente como se desarrollan.

JL: Entonces, usted básicamente me está diciendo que las elecciones no garantizan la democracia.

AA: No garantizan la democracia cuando se usan como pretexto para hacer desaparecer la lucha del pueblo en las bases encaminada a tomar el poder político en sus manos y desarrollar el sistema de su elección.

Vista de cientos de ciudadanos vestidos de rojo en representación del sindicato de profesores, que protestan contra la Ley Walker.

JL: ¿Cómo describe usted los acontecimientos relacionados con el  Movimiento Occupy en los EE.UU.?

AA: Lo que es interesante observar es que después de los sucesos en la Plaza Tahrir, los EE.UU. se mostraron muy satisfechos de haber podido sustituir al movimiento popular con las llamadas elecciones, aunque temporalmente, porque los incidentes continuaron y aún no se han resuelto. Pero, irónicamente, o paradójicamente y por justicia, el efecto bumerán o el primer efecto dominó ocurrió en Madison, en los propios Estados Unidos, y en un período de tiempo muy corto después de que Mubarak fuera derrocado, y la gente mostraba carteles que decían: “El gobernador de Wisconsin es nuestro Mubarak.”

“Tenemos que luchar contra la dictadura”. Estaban inspirados por la ocupación de las plazas públicas en Egipto, la Plaza Tahrir, e hicieron lo mismo en el Capitolio de Wisconsin. El edificio se mantuvo ocupado durante varias semanas, la gente dormía allí, tomaron sus propias decisiones; hicieron sus manifiestos e intentaban construir un poder político nuevo, retando el poder del “establishment” de los partidos políticos. Desafortunadamente, este movimiento fue casi inmediatamente utilizado y convertido en parte de las maquinaciones de los dos partidos que prevalecen en los Estados Unidos y los sindicatos se vieron envueltos en medio de una lucha revocatoria contra el gobernador. Esto es muy bueno, nadie puede ir en su contra. Pero el problema es el sistema de los dos partidos y la idea de que no es bueno tener un tal partido, por tanto tenemos que deshacernos de ello para dar entrada a otro partido.

La segunda parte de esta entrevista se concentra en el capítulo escrito por Arnold August sobre Obama  y la ilusión del cambio.

Traductor: Luis Chirino, La Habana, Cuba

Texto original en inglès: “Cuban Democracy” versus “American Democracy”


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