Primas para Wall Street

En un contexto de crisis que afectaba sobre todo a los hogares humildes que ya no podían garantizar el pago de su vivienda, los grandes bancos ofrecieron primas astronómicas y otras ventajas a sus directivos. En octubre de 2007, en plena crisis de las «subprime», Merrill Lynch decidió la salida anticipada de su presidente y consejero delegado, Stan O’Neal, y le concedió una indemnización de 160 millones de dólares (cerca de 30 millones en concepto de jubilación y 129 millones en stock options). Es así como Merril Lynch daba el ejemplo: agradeciéndole al presidente de un gran banco mundial haber asumido personalmente la responsabilidad de las pérdidas ligadas a las hipotecas de riesgo («subprime»). Algunos días más tarde, en noviembre de 2007, fue el turno de Charles Prince, presidente de Citigroup, a quien reconocieron los servicios prestados con una prima de 12,5 millones de dólares. En 2007, el presidente y consejero delegado del banco Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, pulverizó el récord de primas concedidas al primer ejecutivo de un banco al verse recompensado con 68 millones de dólares.

Según una encuesta del Wall Street Journal, en 2007 las principales entidades financieras estadounidenses se embolsaron 130.000 millones de dólares en concepto de remuneración (salarios más primas). Si sólo se contabilizan las primas, ese mismo año los banqueros y brokers de Wall Street percibieron 33.000 millones de dólares, lo que constituye una cifra astronómica en una época en la que los países industrializados se deslizaban hacia una crisis profunda y duradera. Este importe sólo es moderadamente inferior al récord de 2006, cuando se autoconcedieron más de 34.000 millones de dólares, justo antes del inicio de la crisis. En 2008, un año después, las autoridades del Estado de Nueva York anunciaron que las mismas entidades de Wall Street que habían recortado ese año 19.200 puestos de trabajo (esto es, un recorte del 10,3% de la plantilla del sector financiero) pagaron 18.400 millones de dólares en primas a sus trabajadores: incluso si esa cifra es un 44% inferior a la del año anterior, queda patente que los despidos de muchos se producen para mantener las primas exorbitantes de unos cuantos.

Así pues, esas prácticas se continúan aplicando incluso después de que las entidades financieras hayan percibido las ayudas del Estado para salir a flote, en un momento en el que el desempleo y la precariedad campan a sus anchas en pleno apogeo de la crisis. En los Estados Unidos, la tasa de desempleo oficial se duplicó en dos años, y pasó del 4,6 % en 2007 al 10 % de la población activa en el cuarto trimestre de 2009 (según datos de la OCDE) por lo que perdió más de 8,5 millones de empleos a partir de diciembre de 2007. Los 55,8 millones de estadounidenses que perciben una pensión de la seguridad social volverán a experimentar por segundo año consecutivo una congelación de éstas, sin que tengan derecho a una subida correlativa a la inflación.

Mientras tanto, según lo publicado por el Wall Street Journal el 11 de octubre de 2010, las remuneraciones totales de los directivos de Wall Street apuntan a un nuevo récord de 144.000 millones de dólares para 2010. Por otra parte, el mayor exportador de armas del mundo no deja de acrecentar su gasto militar, que entre 1998 y 2008 se incrementó en un 66,9 % para situarse en más de 607.000 millones de dólares en 2008. Inmune a las esperanzas que había despertado, y a pesar de la crisis financiera mundial, la administración Obama no logra atajar la tendencia belicosa de su antecesor (durante su presidencia, entre 2000 y 2008, Georges W. Bush consiguió aumentar el presupuesto militar en un 63 %). Nada más llegar al poder, la administración Obama pactó un presupuesto militar de 661.000 millones de dólares para 2009 (el 43 % del presupuesto militar mundial), de los cuales 65.000 millones se destinaron a financiar la guerra de Afganistán, donde el Pentágono duplicó sus efectivos militares. Por lo tanto, el presupuesto estaba más dirigido a financiar la guerra en Afganistán, el armamento y el mantenimiento de la gran cantidad de bases estadounidenses (más de 700) instaladas por todo el mundo –como las nuevas bases en Honduras o Colombia–, o las primas a los banqueros, que para los gastos sociales que benefician a la población.

Desde el inicio de la crisis en el 2007 hasta el 2009, los banqueros y brokers de Wall Street percibieron más de 70.000 millones de dólares en primas. Ahora bien, el 29 de enero de 2009 el flamante Presidente de los Estados Unidos no ocultó su enfado por las primas distribuidas por los grupos financieros estadounidenses a sus trabajadores en 2008: «Entre otras cosas, será necesario que la gente de Wall Street que está pidiendo ayuda muestre moderación, disciplina y un mayor sentido de la responsabilidad». A pesar de su llamada a la moderación, Obama no se pronunció sobre los 118 millones de dólares percibidos en concepto de salario, primas y acciones entre 1999 y 2008 por uno de sus asesores principales, el antiguo responsable de Citigroup, Robert Rubin. Tampoco hizo referencia a Timothy Geithner —nombrado por Obama secretario del Tesoro—, cuando éste defraudó al fisco al ocultar los ingresos que había percibido del FMI. En definitiva, los bonitos discursos sólo sirven para tranquilizar a la opinión pública y distraer su atención cuando hace falta.

Traducido del francés por Griselda Piñero y Maria Rodrigo Stinus.

*Es miembro del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM), de ATTAC País Valencia y miembro fundador de Patas Arriba, ATTAC-CADTM Valencia


Articles by: Jérôme Duval

About the author:

Jérôme Duval est membre du CADTM, Comité pour l’abolition des dettes illégitimes (www.cadtm.org) et de la PACD, la Plateforme d’Audit Citoyen de la Dette en Espagne (http://auditoriaciudadana.net/). Il est l’auteur avec Fátima Martín du livre Construcción europea al servicio de los mercados financieros, Icaria editorial 2016 et est également coauteur de l’ouvrage La Dette ou la Vie, (Aden-CADTM, 2011), livre collectif coordonné par Damien Millet et Eric Toussaint qui a reçu le Prix du livre politique à la Foire du livre politique de Liège en 2011.

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