¿El colonialismo reclama África?

El colonialismo, descarado y sin la menor vergüenza, ha vuelto. Occidente ha decidido exigir liderazgo en África. La semana pasada sin ir más lejos vi a la secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton dar instrucciones a políticos keniatas sobre cómo debían manejar los asuntos de Kenia. Exigió que la coalición en el gobierno elegida democráticamente en Kenia creara un tribunal para juzgar a los perpetradores de la violencia post-electoral del año pasado. De no hacerlo, amenazó, se encargaría de ello el Tribunal Penal Internacional (TIJ).

Una parte significativa de la sociedad keniata piensa que debería haber un tribunal. Pero el gobierno de Kenia, compuesto tanto por el partido gobernante como de la oposición, discutió este asunto. Sabiamente, decidieron que es mejor buscar la reconciliación política en oposición a la justicia penal punitiva. Comparto esta opinión, lo mismo que muchos keniatas la comparten y otros no. Y ésa es la belleza de la democracia, que una vez que el organismo gobernante toma una decisión todos deberían respetarla.

Es poco sensato buscar la justicia penal punitiva cuando se trata de resolver la violencia nacida del desacuerdo político. Lo es en especial en circunstancias en las que el equilibrio de poder entre ambas partes del conflicto esta cerca de un equilibrio. En estas circunstancias todo proceso de persecución penal tendería a reavivar la violencia. ¿Por qué? ¡Porque la justicia penal tiende a demonizar “al otro”! Esto lleva a las personas acusadas a recurrir a la violencia para defenderse a sí mismas. El camino mejor es la reconciliación política.

Ésta fue la base del éxito de Nelson Mandela en la Sudáfrica posterior al apartheid, de Paul Kagame en la Ruanda posterior al genocidio e incluso de Estados Unidos tras su guerra civil de 1864. En todos estos casos, a través de acuerdos difíciles se volvió a introducir en el proceso político a los perpetradores de la violencia política. La toma de decisiones nunca es una elección entre el bien y el mal, es producto de compensaciones serias. Pero, ¿por qué Estados Unidos aclama a Mandela pero condena a Kenia por buscar un camino similar?

A diferencia del colonialismo del siglo XIX que implicaba la presencia directa de altos cargos coloniales para implementar las leyes coloniales, el nuevo colonialismo (Kwame Nkrumah de Ghana lo llamó neocolonialismo) se basa en sermones, instrucciones, intimidación y chantaje. Ha instalado instituciones internacionales para tratar específicamente a dirigentes africanos (el mejor ejemplo es el Tribunal Penal Internacional). Los ataques aéreos de la OTAN contra Afganistán están matando a enormes cantidades de personas. Observen, por favor, si hay siquiera un murmullo de culpabilidad por parte de algún dirigente occidental, el estadounidense Barack Obama o el británico Gordon Brown.

El viejo colonialismo comprendió la importancia de una combinación de incentivos materiales e ideológicos a la hora de reclutar nuevos aliados. Así, cristianizó a los africanos y les proporcionó un mínimo de educación como catequistas y empleados administrativos con el objetivo de crear una clase intelectual que apoyara al gobierno colonial. Pero también proporcionó incentivos materiales (empleos pagados, incentivos de tierras y otras formas de patrocinio del Estado-colonial).

Los agentes del nuevo colonialismo son misioneros laicos que promueven la democracia, los derechos humanos y la justicia tal como los predica el amo, esto es, sin contexto. Se niegan a reconocer que perseguirlos sin tener en cuenta en absoluto el contexto puede producir unos resultados opuestos al propósito buscado. Estados Unidos se negó a cerrar la radio Mille Collines* durante el genocidio en Ruanda en 1994 afirmando que hacerlo violaría el principio de libertad de expresión. Los genocidas gozaron de su libertad de movilizar para el asesinato masivo.

Los agentes del neocolonialismo creen que el futuro de África radica en las dádivas de la ayuda extranjera (financiera, militar, ideológica, técnica, etc.). Al hablar en el lenguaje del amo, sus partidarios entre las elites locales parecen civilizados y consiguen ser aceptados en los concilios del amo. Al promover la “ayuda” occidental, consiguen trabajos pagados con los proyectos de ayuda extranjeros.

Si antes a Occidente le faltaba una voz auténtica para convencer a los africanos de que tenían que ser tratados como niños, ahora tiene esa voz en Obama. Como se le considera negro, es el instrumento perfecto para decirnos cómo llevar nuestros asuntos. Las elites africanas, con una fuertemente arraigada mentalidad campesina de identidad como base de la cooperación, creen que como Obama es “negro” representa sus intereses.

Sin embargo, a pesar de sus ancestros africanos, Obama es un presidente estadounidense. Su obligación principal es servir a los intereses estadounidenses. Durante todo el siglo pasado Estados Unidos ha intervenido en otros países para promover no la democracia sino sus propios intereses nacionales. Como nos demuestra la experiencia, la democracia no ha sido el aliado de Estados Unidos en la búsqueda de sus intereses en el extranjero.

Por consiguiente, Estados Unidos ha eliminado a gobiernos democráticos y los ha sustituido por dictadores que están a su favor (en Irán en 1953, Chile en 1974, Congo en 1960, etc). Siempre ha utilizado sus servicios militares y de inteligencia para bombardear, invadir o llevar a cabo misiones clandestinas en otras naciones. En ninguno de estos casos el resultado directo de ello ha sido un gobierno democrático. En vez de ello, a menudo se ha desarrollado la democracia en oposición a la interferencia estadounidense.

Estados Unidos y otras naciones occidentales han promovido siempre los valores de libertad y justicia social únicamente de manera instrumental cuando sirven a sus intereses. Pero nunca se ha pensado que estos valores informarían la verdadera práctica occidental. Por ello Occidente finge estar más preocupado por la democracia en Irán cuando está en la cama con algunos de las peores dictaduras de Oriente Medio (Egipto, Arabia Saudí, etc.). Me parece que el uso de la democracia y de los derechos humanos es complementario de la fabricación de imagen.

Parece que el impulso que hay detrás de la creciente intrusión de Occidente en el gobierno de África es un deseo de dominar el continente. Esto se está expresando actualmente en las obras de dos de los académicos que más fondos están recibiendo por su trabajo sobre cómo Occidente debería “ayudar a África”, los profesores Jeffrey Sachs de [la universidad de] Columbia y Paul Collier de Oxford. Su trabajo es muy explícito en su desprecio por la habilidad interna de África de reformarse a sí misma. Cada vez publican más libros en los que sugiere que la solución de los problemas internos de África es la ayuda “internacional” (léase en realidad occidental) por medio de ayuda financiera extranjera e intervención militar.

En otro artículo volveré sobre las descaradas sugerencias de Collier acerca de cómo los países del “club de la miseria**” necesitan intervención militar internacional e instrucciones sobre cómo gobernar para llegar a ser solventes. Basta con decir que si volvieran hoy nuestros padres fundadores como Nkrumah y Patrice Lumumba que creían apasionadamente en nuestra soberanía como pueblo no creería que medio siglo después el colonialismo está de vuelta .

*N. de la t.: La Radio Télévision Libre des Milles Collines (Radio Televisión Libre de las Mil Colinas) era una emisora de radio ruandesa que emitió desde el 8 de julio de 1993 al 31 de julio de 1994. Desempeñó un papel fundamental en el genocidio ocurrido en Ruanda durante este periodo ya que empezó a emitir propaganda contra los tutsis, los hutus moderados y la misión de Naciones Unidas en Ruanda y logró crear en Ruanda una atmósfera de racismo y odio que facilitó el genocidio. La emisora, que tomó su nombre de la expresión en francés usada para describir Ruanda (“el país de las mil colinas”), gozaba de gran popularidad en Ruanda.

**N. de la t.: El término en inglés es “botton billion”, traducido como “club de la miseria” en la traducción al castellano del libro de Collier (El club de la miseria: qué falla en los países más pobres del mundo, Madrid, Turner, 2008; título en inglés The Bottom Billion: Why the Poorest Countries are Failling and What Can Be Done About It).

Enlace con el texto original : http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=14933

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos


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Articles by: Andrew M. Mwenda

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