China desbordada en la península coreana

La situación en la península coreana se enrarece y complica cada día más. Pese a la apariencia de mayores perjuicios e inseguridades para Seúl, lo cierto es que, en el fondo, es China quien puede, a la larga, llevarse la peor parte. Beijing no consigue abrir paso a la recuperación del diálogo hexagonal (las dos Coreas, EEUU, Japón y Rusia) pese a que no cree en la efectividad de las sanciones.

China mostró su enfado por el disparo de cuatro misiles balísticos hacia aguas situadas al este de su costa por parte de Pyongyang. Se trata del segundo lanzamiento de este tipo en menos de un mes cuando EEUU y Corea del Sur se embarcan en unos grandes ejercicios militares de dos meses de duración que las autoridades norcoreanas califican de “ensayo de invasión”. El pasado 18 de febrero, el ministerio de comercio de China anunció la suspensión de las compras de carbón a Corea del Norte durante todo el año 2017. Se trata de un golpe importante para Pyongyang ya que el 90% de su comercio exterior se realiza con China y el 40% consiste precisamente en compras de carbón. La resolución 2270 adoptada por unanimidad en el Consejo de Seguridad de la ONU en marzo de 2016 limitaba las exportaciones anuales norcoreanas de carbón a 7,5 millones de toneladas, con una reducción del 62% en relación a 2015.

El anuncio se interpretó como una nueva advertencia a Pyongyang después de los test nucleares y balísticos de 2016 y tras el asesinato en Malasia del hermano de Kim Jong-un, Kim Jong-nam. También como una señal de buena voluntad a Washington a fin de demostrar sinceridad en cuanto al alineamiento con la posición de la comunidad internacional, correspondiendo así al replanteamiento por parte de EEUU de la cuestión taiwanesa. Beijing esperaría reciprocidad en cuanto al relanzamiento de las negociaciones a propósito de la desnuclearización de la península coreana pero este no parece estar incluido en la agenda de la Casa Blanca.

Aunque China ha adoptado esta medida y multiplica las advertencias en relación a Pyongyang, no irá tan lejos como para poner en peligro la pervivencia del régimen norcoreano. Conviene recordar que Corea del Norte es una zona tampón de alto valor estratégico para China. La estabilidad pasa por dar prioridad a la negociación. Por otra parte, el asesinato de Kim Jong-nam vino a demostrar el carácter incontrolable del régimen norcoreano y su disposición a hacer lo imposible por protegerse. Un enrocamiento de Pyongyang puede hacer más difícil a Beijing convencer a la comunidad internacional de que su vía pacífica es la mejor garantía para resolver el problema.

Mientras, en Corea del Sur, pese a la gravedad de su crisis política interna (con la remoción de la presidenta Park Geun-Hye) EEUU inició la instalación del sistema de defensa antimisiles THAAD (Terminal High Altitude Area Defense), un paso que China asocia con la pretensión de construir una versión asiática de la OTAN. Los radares instalados podrán detectar hasta 2.000 km muy al interior de los territorios chino y ruso, permitiendo a EEUU monitorizar de forma conveniente los vuelos y lanzamientos de misiles de ambos países. El sistema no podría interceptar los misiles de Corea del Norte que vuelen a una baja altitud. China considera que daña sus intereses de seguridad y rompe el equilibrio estratégico de la región. Los misiles de largo alcance a instalar, supuestamente dirigidos contra Pyongyang, pueden también dirigirse contra China y Rusia con quien Trump coquetea quizá con el objetivo de abrir una brecha en la asociación sino-rusa. Tanto Beijing como Moscú anunciaron contramedidas una vez que el sistema esté instalado. China acusa a Seúl de haberse convertido en una marioneta de EEUU y las primeras represalias ya afectan al Grupo Lotte que cedió terrenos para la instalación de dicho sistema.  Seúl reaccionó denegando visados a los profesores del instituto Confucio. También EEUU se negó a emitir visados a diplomáticos de Corea del Norte que planeaban visitar Nueva York para entablar conversaciones no oficiales con ex funcionarios estadounidenses.

De no revertir esta tendencia, China podría verse arrastrada a su pesar a una carrera de armamentos. En las sesiones parlamentarias que estos días se celebran en Beijing se anunció una elevación de su presupuesto de defensa en torno al 7 por ciento. Se trata del menor aumento en más de una década y la segunda ocasión en que el ritmo de crecimiento se ralentiza a un solo digito desde 2010. En 2009, el incremento fue cercano al 15 por ciento. Pero con una observación añadida importante: “los gastos dependerán de las acciones de EEUU en la región”.

Las dinámicas de naturaleza militar de una y otra parte no granjearán protección ni seguridad a nadie. Por ello todas debieran ejercer contención para evitar llegar a un callejón sin salida. El regreso a la mesa de negociación es la única opción razonable. Y en todo caso, nunca empeoraría el problema.

Xulio Ríos

Xulio Ríos: Director del Observatorio de la Política China.


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