China contra Estados Unidos: La colisión que viene

A lo largo de su historia, el capitalismo muestra una gran disparidad en materias de crecimiento. Por lo mismo, suele darse un periodo histórico en el cual tal o cual país funciona como líder o potencia hegemónica, para luego avanzar a otro periodo en que es otra la potencia dominante. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se convierte en la gran superpotencia, abrumadoramente superior en lo económico y lo militar. Entre 1945 y 1975 Europa y Japón crecen muy rápido y se acercan a EE.UU.

Luego, con el ascenso del neoliberalismo, los ritmos tienden a acompasarse y el deterioro de EE.UU. respecto a Japón y Alemania se detiene. Pero al iniciarse el siglo XXI (o antes) aparece un nuevo desafío: China. Este país viene desde muy abajo y de un periodo en que bajo la dirección de Mao Tse Tung, buscó avanzar al socialismo. Proyecto que es cancelado dando lugar a una vía capitalista en que el país crece a ritmos desaforados y empieza a desafiar a la que todavía es la gran superpotencia: Estados Unidos.

Este país sigue siendo la primera potencia mundial. Pero pudiera ser que China lo esté alcanzando y hasta superando. Para el caso, conviene recordar algunos datos básicos.

En términos del producto por habitante, usando tipos de cambio de paridad, el FMI estima que en 2013 el PIB per cápita de EE.UU. llegaba a 52.980 dólares y el de China a 12.196 dólares. O sea, China se situaba en un 23% del nivel de EE.UU. Y como el diferencial de tasas de crecimiento es muy distinto, el desnivel se va reduciendo más y más[1]. De hecho, en términos globales, el PIB total de China ya supera al de Estados Unidos. En 2015, EE.UU. explicaba un 15.8% del PIB mundial y China un 17.1%.

En cuanto al PIB industrial, si hacemos igual a 100 el PIB de EE.UU. tenemos que en el año 2014 el de China era igual a 125, a precios constantes del año 2000. A precios corrientes, en el mismo año 2014 tenemos que EE.UU. = 100 y China = 130. La superioridad china es evidente.

¿Qué sucede con las exportaciones? Midiendo en dólares corrientes, para 1970 tenemos que EE.UU. explicaba un 15.7% del total mundial y China un pequeño 0.6%. En 2003, la porción de EE.UU. había descendido a 11.1% y la de China subido a 4.9%. Luego, en 2015, la parte de EE.UU. experimentó un leve descenso: llegó a 10.8%. Entretanto, la cuota de China saltó hasta 11.6%.

El avance científico-técnico resulta también crucial en la lucha por la supremacía económica y política. Y se puede esperar que en este campo el atraso relativo de China sea mayor. Con todo, en los últimos años ya se observan cifras muy respetables. El gasto en investigación y desarrollo (I&D) asociado a la industria manufacturera fue de 201 billones en EE.UU. y de 162 en China (que ya ocupa el segundo lugar mundial). Y como porcentaje del valor agregado fue de 10.6% en EE.UU. y de 3.8% en China.

En este indicador China tiene todavía un amplio campo para su expansión tecnológica. Baste pensar que si llega a una intensidad en I&D igual a 8.0% (semejante a la que ahora maneja Alemania), su gasto absoluto se iría a 325 billones de dólares, cifra que superaría ampliamente a la de Estados Unidos. Y valga subrayar: en el plano científico y tecnológico lo que cuenta son las cifras absolutas del gasto.

Terminemos con un breve vistazo al poderío militar. Para ello, consideramos las cifras del gasto militar de China, de Estados Unidos y el total mundial. Entre 2001 y 2014, el gasto militar mundial sube un 85% (al 4.8% anual). El gasto de Estados Unidos se eleva en 45.9% (2.9% anual) y el de China sube 283% (10.9% anual). La dinámica del gasto militar es tremendamente desigual (en favor de China) aunque esta todavía está, en términos absolutos, muy por debajo de Estados Unidos.

En 2001 los gastos chinos equivalían al 12% de los estadounidenses, en 2007 al 16% y en 2014 a un 33%. China se acerca pero aún está distante (SIPRI, base de datos 3/03/2017). En el plano global hay que considerar la muy posible alianza de China con Corea del Sur, un bloque que sería formidable. Y si a él se le pudiera agregar Japón, el desplazamiento del centro del poder mundial sería inevitable. Esta situación, en términos históricos, no es nueva: la potencia dominante conserva un poder militar superior pero va perdiendo terreno en el plano económico.

Si esta tendencia se mantiene, se producirá una fuerte disociación entre los poderes económicos y los militares. Entretanto, en la potencia emergente el poder económico crece y va, hasta cierto momento, muy por encima del poder militar. Al cabo, el poder militar debería alcanzar al económico, siendo este, muy probablemente, el momento del desplazamiento de la vieja potencia hegemónica por la nueva. En el caso que nos preocupa, si las tendencias se mantienen, la mutación pudiera darse en unos diez o quince años más.

También hay que evitar extrapolaciones ingenuas. Los problemas internos de China hasta ahora no resultan muy visibles, pero son agudos. El régimen de explotación de la fuerza de trabajo obrera y campesina, a partir de la reversión al capitalismo (empujada por Deng Xiaoping y otros), ha sido inmisericorde y se puede hablar de una dictadura en contra de los trabajadores del campo y la ciudad.

Situación que debería dar lugar, tarde o temprano, a reclamos y protestas. Después de todo, alguna memoria debe quedar de los tiempos revolucionarios, de la Larga Marcha y de la revolución cultural. En breve, no se puede augurar un camino terso por el lado chino.

Esta revisión somera basta para comprobar que China ha empezado a alcanzar, e incluso superar, al poderío económico de Estados Unidos. Fenómeno que en los próximos años se debería acentuar y dar lugar a colisiones de orden mayor. Recordemos a Lenin: “En el terreno del capitalismo, ¿qué otro medio puede haber que no fuera la guerra, para eliminar la desproporción existente entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la acumulación de capital, por una parte, y el reparto de las colonias y de las esferas de influencia del capital financiero, por otra?”[2].

Bujarin apuntaba en el mismo sentido: “La internacionalización de la vida económica conduce fatalmente a resolver por las armas las cuestiones en litigio”[3].

El recurso a la guerra ciertamente no es nuevo (¿acaso no es la continuación de la política por otros medios?) y se sabe lo brutal de sus costos. Pero hay un dato nuevo: ¿qué puede suceder cuando ambos bandos son potencias nucleares? ¿Podría resistir el mundo una guerra con ataques nucleares masivos por ambos lados? Así las cosas, ¿no se llegaría a eliminar la misma existencia humana?

Podríamos también suponer o desear, que antes, esa humanidad se levantará para poner un alto a tamaño destino.

Y que lo haga enarbolando el lema de Rosa Luxemburgo: “Socialismo o barbarie”.

José Valenzuela Feijóo

José Valenzuela Feijóo: Investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), México.

Notas:


[1] Las cifras que se manejan (salvo indicación expresa) las tomamos del Banco Mundial, de ONUDI o del FMI.

[2] V. I. Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, en Obras Escogidas, Tomo 1, págs. 773. Edit. Progreso, Moscú, 1974.

[3] N. Bujarin, La economía mundial y el imperialismo, pág. 129. Pasado y Presente, México, 1979.


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